Lilo & Stitch (2025): El experimento 626 se escapa del dibujo pero no del recuerdo

En la actual era de reinvenciones cinematográficas, Disney ha apostado cada vez con mayor frecuencia por llevar sus clásicos animados al terreno del live action pero con resultados que oscilan entre lo mágico y olvidable. La Sirenita y Blanca Nieves fueron dos obras mediocres que hicieron que la audiencia estallara de furia con el estudio por no respetar la esencia de los clásicos animados, mientras que el año pasado la precuela del El Rey León llamada Mustafa demostró ser un filme cumplidor y calmo las aguas.

Ahora, en esta ocasión Disney vuelve a ofrecer un live action basándose en la versión animada de Lilo & Stitch, una película que desde su debut en 2002 conquistó corazones por su atípica ternura, humor caótico y un poderoso mensaje sobre la familia, la pérdida y la pertenencia. Traer esa historia al presente no es tarea fácil y menos aun cuando se trata de uno de los largometrajes más entrañables y emocionalmente resonantes del catálogo moderno de Disney.

Lilo & Stitch (2025) llega como una producción que intenta rendir tributo al espíritu del original mientras actualiza su estética y contexto para una nueva generación. Es una propuesta que busca conectar con la nostalgia de quienes crecieron con la versión animada y al mismo tiempo, ofrecer una puerta de entrada accesible para quienes no conocían aún a la pequeña niña hawaiana y su alocado compañero extraterrestre.

Bajo la dirección de Dean Fleischer Camp y con una mezcla de talento emergente y efectos visuales, la película se esfuerza por no perder de vista el corazón de su historia, esa conexión improbable entre dos seres solitarios que encuentran en el otro una familia inesperada pero pregunta clave es inevitable: ¿logra esta nueva versión capturar la magia y profundidad de su antecesora o se queda en la superficie del homenaje?

Aunque la mayoría recuerda la premisa, no está mal refrescar la memoria, la cinta se centra en una isla hawaiana bañada por sol, olas y dolor silencioso en donde Lilo, una niña diferente, soñadora y con un alma solitaria, vive con su hermana mayor Nani tras la muerte de sus padres pero su mundo cambia por completo cuando adopta a Stitch, una criatura escapada del espacio que a pesar de su aspecto y programación destructiva, encuentra algo que nunca había conocido, el calor de un hogar y con base en ello, esta historia vuelve a recordarnos que "ohana significa familia y familia significa que nadie se queda atrás.

La adaptación live action de Lilo & Stitch no solo supone el desafío de traducir personajes entrañables a un entorno más realista, sino también el de capturar un tono narrativo sumamente delicado, ósea, el equilibrio entre lo adorable, caótico, melancólico y aunque esta nueva versión consigue momentos de ternura y espectáculo visual, se nota que el alma de la historia se queda parcialmente atrapada en la traducción.

Uno de los aspectos más sobresalientes y afortunadamente bien resueltos es el diseño de Stitch, quien luce sorprendentemente expresivo y creíble dentro del mundo real, no es fácil que una criatura azul parlante logre encajar sin verse forzada o fuera de lugar y sin embargo aquí se logra con éxito. Desde sus ojos, orejas, movimientos torpes y arranques de furia hasta los momentos más dulces en los que se acurruca o conecta con Lilo, Stitch conserva su esencia y eso es una victoria importante.

Pero donde la película tropieza con más frecuencia es en el guion, aunque respeta la estructura general del original y conserva los puntos clave de la narrativa como por ejemplo la soledad de Lilo, la relación tensa pero amorosa con Nani, la llegada de Stitch, la intervención de servicios sociales, los cazadores alienígenas y el mensaje de ‘ohana’, el libreto se siente demasiado rígido e incluso formulaico en algunos momentos ya que le falta la espontaneidad y la naturalidad de los diálogos que hacía especial a la animada.

Además, muchos de los intercambios parecen más preocupados por imitar líneas icónicas que por fluir de manera orgánica en esta nueva versión y eso provoca que varios diálogos suenen forzados, casi como si el guion tuviera miedo de desviarse del camino ya recorrido porque en lugar de reinterpretar con confianza, el guion recita con timidez, sin olvidar que algunos personajes secundarios quedan en segundo plano.

La parte del humor en el filme está más contenido ya que apuesta por una comedia más física o basada en la ternura de Stitch pero evita el tipo de humor absurdo e irreverente que caracterizaba la original y aunque esto puede entenderse como una elección para mantener el tono más realista, también contribuye a que el conjunto se sienta menos audaz o memorable.

Con respecto al mensaje central, el tema de la familia sigue presente y sigue funcionando pero sin el mismo peso emocional. La frase "ohana significa familia" aparece pero ya no golpea con la fuerza de antes y la razón es simple, el escrito no construye con tanta intensidad los momentos que la justificaban porque en la original, esa línea llegaba como una explosión emocional.

Luego, la dirección de Dean Fleischer Camp muestra sensibilidad visual, sobre todo en las secuencias íntimas ya que las tomas en exteriores y el uso de luz natural aportan una calidez muy hawaiana y en ese sentido, la película tiene una estética que se siente viva. El color, la textura de las locaciones y la presencia del entorno contribuyen a que esta versión no sea simplemente una copia visual gracias a que hay un amor por la isla, el paisaje, el ritmo cotidiano pero incluso eso a veces se ve opacado por una edición que corta demasiado rápido o que no permite respirar a las escenas.

A nivel de actuaciones, Maia Kealoha sin duda alguna se roba la pantalla como Lilo gracias a que tiene la energía salvaje, la dulzura excéntrica y la tristeza contenida que definían al personaje original. No es una imitación, sino una interpretación con personalidad propia, luego, Sydney Agudong como Nani aporta entrega emocional y presencia, aunque su arco se ve reducido por un guion que no le da tanto espacio como debería, la química entre ambas actrices es efectiva pero queda claro que el desarrollo de sus conflictos fue mejor tratado en la versión de 2002.

En cuanto a los personajes secundarios como Cobra Bubbles, Jumba y Pleakley, pese a quedar en un segundo plano, cumplen con su rol en pantalla aunque con menos peso narrativo. En especial, los alienígenas pierden algo de su extravagancia y carisma cómica al ser interpretados en live action, lo cual diluye parte del humor que contrastaba tan bien con la tragedia humana de la historia.

Y hablando de la banda sonora, bueno, esta cumple con su cometido sin sobresalir demasiado, las piezas musicales hawaiianas tradicionales y algunos guiños al espíritu del film original están presentes pero carecen del impacto emocional que tenía la animada. Las canciones de Elvis Presley, las cuales son un pilar musical del original hacen apariciones puntuales, aunque sin el mismo peso narrativo o emocional. La música acompaña, es funcional, atmosférica y agradable pero pocas veces para el recuerdo.

En definitiva, Lilo & Stitch (2025) no reinventa la rueda ni supera la sensibilidad de su antecesora animada, tiene sus errores pero logra navegar con dignidad entre el homenaje y la actualización, aunque su guion a veces simplifica los matices emocionales que hicieron del original una obra tan especial, esta adaptación live action se sostiene gracias a su corazón sincero, dirección competente y un Stitch que contra todo pronóstico se roba cada escena con encanto y expresividad.

Puede que no vuele tan alto como esperábamos pero tampoco se estrella ya que es en cambio, una cinta que encuentra su propio ritmo entre las olas del Pacífico y las de la nostalgia, logrando entregar una versión más modesta pero entrañable de una historia que sigue recordándonos que la familia no siempre es perfecta pero sí esencial porque al final del día, lo que importa es a quién eliges para compartir tu viaje y en ese sentido, Lilo & Stitch (2025) logra tocar fibras que siguen tan vivas como hace más de dos décadas.


 

 

Calificación: 7/10

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