En el universo de
los biopics, muchos se limitan a ser álbumes de recortes y colecciones de
momentos icónicos que celebran la vida de un artista sin profundizar en su
esencia pero A Complete Unknown, dirigida por James Mangold, rompe con ese
molde. No es solo una película sobre Bob Dylan es una inmersión en el
torbellino creativo y político de los años 60, una década en la que la música
era un arma, la poesía un grito de guerra y cada acorde resonaba con el eco de
una generación que buscaba cambiar el mundo.

Durante los años 60 en Nueva York, donde el humo de los cigarrillos se mezclaba con los sueños de
una generación, un joven de Minnesota llamado Bob Dylan llega con una guitarra
y un hambre insaciable de significado. Con base en ello, inicia su historia de
cómo a la edad de 19 años se convirtió en el ícono de la música folk y rock en
un viaje al epicentro de una revolución cultural. Desde los cafés bohemios
hasta el escenario electrizante del Newport Folk Festival de 1965, esta
película captura el ascenso meteórico de un artista que desafió las reglas,
reinventó la partitura y se convirtió en la voz de una época que ardía en
llamas.
Desde el primer
fotograma, el filme nos arrastra a una vibrante y caótica ciudad que nunca
duerme, donde el aire huele a café barato, tabaco y sueños rotos. Es un estado que
late al ritmo de guitarras desafinadas y versos improvisados, a lado de bares que
sirven como refugios para los artistas anónimos y esquinas que esconden a un
poeta sin fama o a un músico con una guitarra prestada.
Dylan no era una
estrella todavía, era un joven con una sed insaciable de significado,
absorbiendo el caos que sucedía en su época, por ejemplo, la sombra de la
Guerra Fría, el clamor por los derechos civiles y el duelo tras el asesinato de
Kennedy. En este escenario, James Mangold no busca endiosarlo, lo muestra
crudo, imperfecto y en plena metamorfosis para encontrar su voz entre el ruido
de un mundo en llamas.
El guion en sí
mismo es muy bueno, no se limita a enumerar hitos en la carrera de Dylan, los
teje con inteligencia, entrelazando su evolución artística con el caos de su
entorno, ya que no vemos solo al músico, sino al joven que duda, que se
reinventa y que en el proceso, moldea una revolución sonora. Los diálogos son
afilados, las situaciones están cargadas de significado y cada conversación se
siente como una pieza de historia viva, en donde la ambientación, el tono y el
ritmo se mezclan eficazmente.
Luego, la
dirección cinematográfica de James Mangold demuestra una sensibilidad única, ya
que nos muestra a un joven inseguro en plena búsqueda de su voz, mientras el
mundo a su alrededor arde en llamas y con un ritmo narrativo que fluye como una
canción folk, Mangold entrelaza momentos íntimos con escenas épicas, creando un
equilibrio perfecto entre lo personal y lo universal. Su uso de primeros planos
para capturar las emociones de Dylan con tomas amplias son simplemente
magistrales.
Además, el
soundtrack es el latido del filme, con arreglos que van desde el folk acústico
hasta el rock eléctrico, la música no solo ambienta, narra. Cada canción es
cuidadosamente seleccionada para reflejar el estado emocional de Dylan y el
espíritu de la época, en donde la fotografía es un personaje más en la película.
Los tonos cálidos de los cafés bohemios contrastando con los grises de las
calles neoyorquinas, crean un lienzo visual que refleja la dualidad de Dylan, ósea,
su fragilidad y fuerza.
El diseño de
producción es tan meticuloso que te hace sentir que has viajado en el tiempo.
Desde los cafés oscuros y llenos de humo hasta los escenarios de los
festivales, cada detalle está cuidadosamente recreado para capturar la esencia
de los años 60. El vestuario, por su parte, sabe reflejar el espíritu de una
generación al utilizar chaquetas de cuero, sombreros desgastados y camisas
sencillas como símbolos de una época.
Pero si hay algo
que eleva A Complete Unknown a otro nivel es Timothée Chalamet. Su actuación es
una posesión artística que no solo captura la voz y postura de Dylan, sino su
esencia, la mirada esquiva, la arrogancia tímida y la pasión latente, además, cada
canción que interpreta en pantalla es un pedazo de alma expuesto, valiendo oro
puro, aunque Edward Norton, en un rol clave como Peter Seeger, aporta una
presencia sólida que se complementa a la perfección pero sin opacar nunca a su
protagonista.
Sin embargo, hay
un error que provoca que la cinta no sea un 10 y ese vendría siendo la relación
entre Bob Dylan y Sylvie Russo, ya que se siente más como un boceto que como
una historia con peso emocional pero pese a ello, la película no pierde su
fuerza porque su verdadero romance no es con una persona, sino con la música, el
arte y la rebeldía de una generación que soñaba con un mundo mejor.
En definitiva, A
Complete Unknown es una carta de amor a una época que cambió el mundo, un
recordatorio de que el arte no es solo entretenimiento, sino un reflejo de
nuestra humanidad, un grito de rebeldía y un faro de esperanza. Mangold no solo
nos cuenta la historia de un genio, nos invita a sentir el pulso de una
generación que creyó en el poder de la música para transformar el mundo y en ese
sentido, la película honra a Dylan y a todos aquellos que alguna vez han soñado
con cambiar las reglas del juego, además, cuando las luces se apagan y el
último acorde se desvanece, solo queda la certeza de haber presenciar el
nacimiento de una leyenda.
Si buscas una
experiencia cinematográfica que te transporte, te inspire y te haga sentir
parte de algo más grande, A Complete Unknown es esa película, además de que está
nominada para los premios Oscar por mejor película, mejor director, mejor
Actor, mejor actor de reparto, mejor actriz de reparto, mejor guion adaptado, mejor
sonido y mejor diseño de producción.
Calificación 9/10
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