El cine biográfico ha seguido durante
años una fórmula casi inquebrantable, un repaso lineal de los triunfos y
fracasos del artista acompañado de momentos emotivos y una banda sonora
nostálgica pero Better Man no se conforma con ser uno del montón, ya que en
lugar de limitarse a narrar la vida de Robbie Williams, la película se sumerge
en su mente, convirtiendo su historia en un viaje emocional donde la realidad
se funde con la alucinación.
Aquí la fama no es solo un logro, sino
un espejismo hipnótico en donde el escenario además de ser un lugar de gloria, es
un campo de batalla interno y con un enfoque surrealista que desafía las reglas
del género, haciendo que Better Man se catalogue como un retrato alucinante de un ícono que
nunca dejó de pelear consigo mismo.
Detrás de la imagen de un dios del
pop, hay un hombre en constante lucha consigo mismo, Better Man no es una
biografía al uso, es una exploración visceral de la vida de Robbie Williams,
desde su ascenso meteórico con Take That hasta su turbulento camino como
solista pero esta no es una premisa contada con los convencionalismos del
género, aquí, la realidad se distorsiona en una odisea onírica donde la fama es
un espejismo y la caída es tan deslumbrante como dolorosa. Con una estética que
juega entre lo grotesco y lo hermoso, la película nos lleva a través de sus
demonios interiores con un despliegue visual hipnótico y una narrativa que
desafía cualquier expectativa.

Si Better Man tiene un objetivo es
dejar en claro que no hay reglas cuando se trata de retratar la vida de un
artista como Robbie Williams. Desde el primer momento la cinta desafía lo
establecido, apostando por una narración audaz que desdibuja la línea entre la
realidad y la alucinación. La decisión de representar a Williams como un
chimpancé es absurda pero lejos de ser un capricho visual, se convierte en una
metáfora poderosa sobre la deshumanización que conlleva la fama. Este
simbolismo refuerza la sensación de que estamos viendo su vida desde dentro de
su propia mente, un espacio caótico y fascinante donde los aplausos son tan
ensordecedores como el silencio de la soledad.
El guion sin duda consigue algo
complicado, equilibrar la grandiosidad del mito con la vulnerabilidad del
hombre ya que no se regodea en el drama barato, sino que construye un retrato
genuino de un artista atrapado en una espiral de excesos, inseguridades y búsqueda
constante de validación, además, no solo nos muestra los momentos icónicos de
su carrera, también nos sumerge en su mentalidad, permitiendo que cada
fragmento de su historia cobre vida con una intensidad abrumadora.
Desde el punto de vista
cinematográfico es una joya visual, la dirección cinematográfica de Michael Gracey juega
magistralmente con los contrastes, alternando entre la euforia de los
conciertos y la introspección de los momentos más oscuros. La puesta en escena
no teme ser surrealista, transformando escenarios comunes en paisajes oníricos
donde la lógica se desvanece y solo quedan las emociones. La fotografía y el
uso del color refuerzan este efecto con secuencias que parecen extraídas de un
videoclip lisérgico y otras que transmiten el peso de la depresión con una
crudeza estremecedora.

Las coreografías son un espectáculo
electrizante diseñadas no solo para impresionar, sino para contar una historia
ya que cada movimiento en el escenario está cargado de significado,
convirtiendo las secuencias musicales en momentos de catarsis emocional. A esto
se suman unos efectos visuales brillantes, que la convierten en una experiencia
perceptual que envuelve al espectador, en donde el montaje es preciso y rápido con
transiciones que evocan el ritmo frenético de la industria musical, sin olvidar el diseño
de producción, el cual es un deleite estilizado que juega con lo exagerado y lo icónico.
Por supuesto, no podemos hablar de
Better Man sin mencionar su soundtrack, el cual es una celebración del legado
musical de Robbie Williams. Cada canción está colocada en el momento exacto,
potenciando la narrativa y provocando una respuesta emocional inmediata en el
espectador, independientemente si eres un fan o no del artista.
Al final se puede decir que Better Man
no es para todos ya que su enfoque surrealista, sus decisiones artísticas
arriesgadas y su estilo fantasioso pueden desconcertar a quienes esperen un
biopic más convencional pero precisamente en esa osadía radica su magia. Es una
película que no teme ir más allá, que nos sumerge en la mente de un artista
atormentado y nos obliga a sentir, vivir y cuestionar. Un show que como la
música de Robbie Williams, se queda con nosotros mucho después de que cierre la
cortina.
En definitiva, Better
Man es una explosión sensorial que trasciende el cine convencional, no nos
ofrece una simple historia de gloria y caída, sino que nos transporta al
corazón mismo del caos que define a Robbie Williams al ser un espectáculo
nacido del alma y un retrato que además de capturar la tormenta interna de la
estrella de pop británica, conecta con nosotros en una frecuencia emocional
rara vez alcanzada en una producción de este tipo, siendo así la clase de
película que te deja con una sed inexplicable por querer conocer su discografía
y en mi caso, logró convencerme de hacerlo.
Calificación: 8/10
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