Capitán América: Un Nuevo Mundo - Un renacimiento incompleto del legado

Desde su debut en el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), el Capitán América ha sido uno de los personajes más icónicos y representativos de la franquicia, ya que Steve Rogers dejó una huella imborrable en la historia de los Vengadores, el cual fue bien interpretado por Chris Evans a lo largo de 8 años pero ahora con su retiro, el manto le es heredado a Sam Wilson (Anthony Mackie). Esta transición además de ser un cambio de rostro, es una nueva etapa en la mitología del personaje que enfrenta el desafío de mantenerse relevante en un mundo que sigue evolucionando.

Marvel Studios ha construido un legado convirtiendo a personajes icónicos en figuras culturales, sin embargo, con el paso del tiempo la franquicia ha enfrentado desafíos al intentar mantener la frescura y el impacto de sus películas. Mientras los fans esperan con ansias producciones como Daredevil: Born Again y la nueva cinta de Los Cuatro Fantásticos, Capitán América: Nuevo Mundo llega con la enorme responsabilidad de consolidar a Sam Wilson (Anthony Mackie) como el nuevo portador del escudo, arrojándonos una gran pregunta, ¿acaso lo logra?

Esta cuarta entrega se centra de la siguiente manera. Tras reunirse con el recién elegido presidente de los Estados Unidos, Thaddeus “Thunderbolt” Ross (Harrison Ford), Sam Wilson ahora como el Capitán América se ve envuelto en un incidente internacional que amenaza la estabilidad global y con el reloj en su contra, debe descubrir la verdad detrás de un complot de enormes proporciones antes de que una mente maestra desate el caos. En este thriller de espionaje Sam no solo lucha contra enemigos en las sombras, sino también con el peso de un legado que lleva en sus hombros.

Desde un inicio, Capitán América: Nuevo Mundo prometía ser el renacimiento del personaje bajo una nueva identidad, cimentando a Sam Wilson como un digno sucesor de Steve Rogers, la película se esfuerza en construir una atmósfera de thriller político con tensión y conspiraciones, el cual nos hace recordar al tono de Falcon y el Soldado del Invierno, solo que aquí no se alcanza la misma precisión y profundidad narrativa que tuvo la serie ya que el guion, aun si aborda sólidamente el tema de los juegos de guerra, ofrecer un buen tercer acto con una correcta base de referencias bien integradas, cae en lo predecible debido a su sencillo storytelling, huecos argumentales y personajes desperdiciados.

Uno de los mayores problemas de la historia es The Leader, un villano que carece de peso y presencia al sentirse más como un obstáculo genérico que como una amenaza real. Su papel en la trama es tan funcional y predecible que nunca logra transmitir peligro ni generar un impacto significativo, ya que en lugar de aportar tensión o desafiar a Sam de manera memorable, se queda en la superficie sin matices ni profundidad, lo cual es una lástima porque este tipo de historias tienen el potencial de elevar el género con antagonistas complejos e imponentes pero aquí todo se reduce a una ejecución plana que deja la sensación de que la historia avanza en piloto automático.

En cuanto a los aspectos cinematográficos, la película brilla en sus secuencias de acción, es más, es lo mejor del filme ya que ofrecen coreografías electrizantes, a lado de un montaje frenético y una banda sonora que potencia cada golpe. No obstante, la dirección cinematográfica de Julian Ohna presenta inconsistencias, con tomas que pierden nitidez y efectos visuales que en lugar de reforzar la inmersión, a veces restan credibilidad a la puesta en escena, ya que es como si la cinta estuviera más preocupada por impresionar que por desarrollar una narrativa orgánica.

Luego, la fotografía busca impactar pero a veces se siente forzada porque hay momentos en los que la acción brilla con una intensidad que recuerda lo mejor del género de espionaje pero también hay escenas que carecen de cohesión, dando la impresión de que la película se construyó sobre la marcha, todo debido a una dirección que no logra balancear la espectacularidad con la profundidad dramática, dejando una sensación de desaprovechamiento narrativo.

Anthony Mackie hace un trabajo sólido como Sam Wilson pero la sorpresa es Harrison Ford, quien se roba la atención con su interpretación de Thunderbolt Ross al aportar autoridad y peso político en una historia que lo necesita, sin embargo, personajes como Sidewinder (Giancarlo Esposito), Bath Seraph (Shira Hass) e Isaiah Bradley (Carl Rumbley) son relegados a papeles secundarios sin desarrollo real, desperdiciando un elenco con gran potencial.

¿Es la mejor película del Capitán América? No, ni de cerca pero, ¿es un desastre? Tampoco porque al final, se trata de una entrega funcional con momentos de entretenimiento y un tono que mantiene el interés del espectador pero que deja la sensación de que pudo haber sido mucho mejor. Marvel tenía la oportunidad de redefinir el legado del Capitán América pero en lugar de construir un nuevo mundo sólido, nos entrega uno que apenas se sostiene.

En definitiva, Capitán América: Nuevo Mundo es como un escudo que se lanza con algo de intención pero sin la fuerza que esperábamos, avanza, rebota y se desvanece sin dejar huella. En su núcleo, es un thriller de espionaje que cumple con su cometido de mantenernos atentos pero carece de esa chispa explosiva que nos elevaba en sus predecesoras. No se desploma pero tampoco se erige como una piedra angular del UCM ya que es entretenimiento fugaz, de esos que se consumen y olvidan rápido, el cual deja una inquietante sensación de que Sam Wilson necesita buscar una trama que no solo lo impulse hacia el futuro, sino que le haga justicia a la magnitud de su legado.


 

 

Calificación: 7/10

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