A veces el terror no necesita gritos
ni saltos sorpresivos porque con una presencia constante y casi juguetona que
te aceche en la esquina de tu visión, es más que suficiente. El Mono, una de
esas cintas que se clavan en tu memoria como una aguja afilada desde el primer
acorde de su sombrío ritmo, te arrastra a un viaje espeluznante lleno de fatalidad,
comedia negra y sangre que es difícilmente de evitar.
Osgood Perkins, tras sorprendernos con
el éxito de Longlegs, se lanza a la piscina del terror con una propuesta
arriesgada que fusiona la atmósfera de Destino Final con una estética vintage
que homenajea a las películas clásicas que definieron el género, además, el
filme no tiene miedo de ser raro, perturbador y lo más importante, de dejar una
huella en el espectador ya que no solo asusta, sino te hace preguntarte sobre
si alguna vez volverás a ver los juguetes de tu infancia con los mismos ojos
tras ver este largometraje.

La historia se centra en Hal y Bill
(Theo James), dos hermanos gemelos que encuentran un viejo mono de juguete con
un tambor en el ático de la casa de su infancia. A primera vista es solo un recuerdo
del pasado pero a medida que su sonido empieza a sonar, una serie de muertes
truculentas comienzan a rodearlos, cada una más aterradora que la anterior,
haciendo que ellos intenten deshacerse del juguete, convencidos de que algo
oscuro se esconde en él pero las muertes siguen y años después, el regreso del
mono se convierte en una maldición que los obliga a enfrentarse a sus propios
traumas y una carrera contra el tiempo para destruirlo antes de que toda su
familia caiga en el abismo que este ha abierto.
No es una película que simplemente se
ve, es una que te consume, desde el primer cuadro Osgood Perkins te envuelve en
un ambiente cargado de tensión y una atmósfera pesada que recuerda a esas
viejas películas de terror donde el género se cultivaba en cada rincón sombrío
con mucho silencio. La película nos lleva de la mano por un viaje tortuoso
donde la muerte es una constante, un amigo retorcido que no te deja en paz en
donde lo peor de todo, es que no solo acecha en las sombras, se divierte a tu
costa. El Mono lleva el concepto de la muerte un paso más allá, convirtiéndola
en un juego cruel y una farsa macabra donde no hay reglas.
.png)
El guion, creado con astucia, es un
monstruo alimentado por giros sorprendentes, diálogos afilados y un tono
inconfundible que oscila entre lo ominoso y lo descaradamente irónico, cada
línea tiene un peso, cada conversación parece trivial en su inicio pero termina
siendo un presagio de la adrenalina que va llegando poco a poco en la trama, haciendo que lo más fascinante de esto sea cómo
Perkins juega con la fatalidad y el humor negro en un delicado equilibrio. El ritmo es como el sonido de un
tambor, cada golpe resuena con la promesa de lo que está por suceder, ya que es
imparable, inevitable y aterrador, aunque, cuando llegamos al tercer acto, la
película alcanza una intensidad sangrienta, visceral y shockeante que te deja con
la sensación de que ya no mirar atrás e incluso sin aliento.
La dirección cinematográfica es
sólida, ya que no permite que el caos se convierta en desorden y logra contar
la premisa sin rodeos, luego, la fotografía es precisa y atmosférica porque
sabe adentrarse en los rincones más oscuros de la mente humana, seguido de un
montaje eficaz que mantiene la tensión en su punto máximo sin perder el hilo
narrativo, sin olvidar el sólido diseño de producción, desde los decorados hasta
el vestuario respira esa nostalgia del cine clásico de terror pero sin caer en
la trampa del homenaje vacío.
.png)
Sin embargo, lo que realmente eleva la
película es la actuación de Theo James, su interpretación dual como Hal y Bill
no solo es creíble, sino hipnótica porque los gemelos son opuestos que se
sienten como dos caras de una misma moneda y James se mueve entre ambos con una
facilidad impresionante, aportando una complejidad emocional que transforma a
su personaje en el verdadero corazón de la historia, no es solo que se sienta
real, es que te hace sentir al 100% el peso de la culpa, el trauma y el miedo
de vivir
Curiosamente, el filme es una
adaptación de un relato corto de Stephen King y al decir esto, bueno, llevar a
la pantalla grande una historia de dicho autor es una tarea monumental y muchas
veces las expectativas no suelen superar a la película pero El Mono no solo
cumple con la promesa del relato original, sino que la expande, la lleva a
nuevos territorios y hace que cada momento te atrape y te retenga. Al final, la
historia no solo es un juego con la muerte, sino una reflexión sobre el impacto
del pasado en el presente y de cómo las sombras que dejamos atrás siempre
regresan para reclamar lo que les pertenece.
En definitiva, El Mono es una
exploración de lo que significa estar atrapado en una red tejida por nuestros
propios miedos y de cómo la muerte no tiene apuro al siempre saber cuándo es el
momento perfecto para atraparnos. La combinación de terror psicológico, humor
negro y un guion que nunca pierde su capacidad de sorprender hacen de esta
cinta una experiencia única, en donde después de verla, esos muñecos de tambor
que alguna vez pudimos haber dejado pasar por alto, ahora se verán como
advertencias disfrazadas de inocencia, esperando el momento exacto para soñar y
marcar el final de algo.
Calificación: 8/10
Comentarios
Publicar un comentario