
Algunos
videojuegos parecen condenados desde su concepción no por falta de calidad,
sino porque el tiempo, el caos del desarrollo y un mercado implacable se
alinean para dejarlos en el olvido. No importa cuánto se esfuercen por
destacar, el destino les pone piedras en el camino hasta enterrarlos bajo la
avalancha de lanzamientos más mediáticos y I Am Alive es el vivo retrato de
esta tragedia, un juego que con ironía brutal trata sobre la lucha por
sobrevivir pero que antes de llegar a las manos de los jugadores tuvo que
abrirse paso por su propio apocalipsis.
Lanzado
en 2012 para Xbox 360 y PlayStation 3 como un título digital, I Am Alive
emergió de entre las cenizas de un desarrollo caótico debido a lo que alguna
vez prometía ser una ambiciosa producción con el respaldo de Ubisoft, terminó
convertido en un proyecto más pequeño alejado del estatus de superproducción al
que inicialmente aspiraba pero lo que perdió en presupuesto lo compensó con una
crudeza que pocos juegos del género se han atrevido a replicar.
Aquí
no hay zombis ni alienígenas y ni monstruos sobrenaturales, no hay un arsenal
interminable de armas ni un mapa plagado de recursos generosos porque I Am
Alive nos sitúa en un mundo devastado donde la mayor amenaza no es otra cosa
que la humanidad misma reducida a su instinto más primitivo. En el juego te
metes en la piel de Adam, un tipo común y corriente que regresa a su ciudad después
de un año de desaparición solo para encontrar que la Tierra ya es un infierno,
no hay señales de su esposa ni de su hija, no hay respuestas, solo el eco de un
mundo que ya no existe y una lucha desesperada por encontrar a quienes ama.
El
diseño del juego es una carta de amor a la desesperación, las calles están
cubiertas por una niebla tóxica que convierte cada incursión en un acto
suicida, la munición es un lujo casi inexistente y el modo de escalar es una
prueba de resistencia donde el agotamiento puede costarte la vida, además, enfrentarte
a otros sobrevivientes es más un juego mental que un tiroteo porque a veces, el
simple hecho de apuntar con un arma sin balas puede salvarte, siempre y cuando
el otro no se dé cuenta de que estás bluffeando.
Pero
a pesar de todo lo que I Am Alive hacía bien, pasó casi desapercibido por la
comunidad gamer, quizás porque no era lo suficientemente espectacular, porque
su lanzamiento digital lo relegó a un público más reducido o tal vez porque su
propuesta era demasiado arriesgada para la época, lo cierto es que fue ignorado
por muchos, eclipsado por otros títulos más comerciales y condenado a ser solo
una nota al pie en la historia de los videojuegos post apocalípticos.
Sin
embargo, los que lo jugamos sabemos que no merece el olvido ya que sabemos que
es una joya oculta, un juego que entendió la supervivencia como pocos y que
ofreció una experiencia tensa, brutal y única. Por eso es momento de
reivindicarlo porque si algo nos enseñó I Am Alive es que incluso en los peores
escenarios hay cosas que merecen seguir con vida.
La supervivencia y el
realismo brutal de I Am Alive
El
género de supervivencia en los videojuegos suele venir con ciertas convenciones
como la exploración, gestión de recursos y en muchos casos un protagonista con
habilidades que rozan lo sobrehumano. I Am Alive tira esas reglas por la
ventana y nos sumerge en una experiencia donde la supervivencia no es cuestión
de dominar mecánicas complejas, sino de entender lo frágil que es la vida
cuando el mundo se desmorona.
Aquí
cada recurso es un bien preciado, olvídate de cajas de munición tiradas por ahí
o de enemigos que sueltan provisiones generosamente. En I Am Alive cada bala
cuenta y muchas veces la mejor opción no es disparar, sino hacer creer al
enemigo que puedes hacerlo. Una de sus mecánicas más brillantes es la
intimidación, apuntar con un arma aunque esté descargada puede hacer que los
adversarios retrocedan o incluso se rindan pero si dudas un segundo, si das el
paso en falso, la situación se revierte y eres tú quien queda en peligro.
A
esto se suma el agotamiento como mecánica central, por ejemplo, escalar
edificios en busca de suministros o rutas de escape no es solo una cuestión de
apretar botones ya quu aquí, cada movimiento drena tu resistencia y si no
gestionas bien tu energía puedes quedar colgado al borde de la muerte, sin
fuerzas para seguir subiendo o sin tiempo para encontrar un punto de descanso,
esto además de ser un reto físico para el personaje, es un golpe de estrés para
el jugador que siente el peso de cada decisión.
El
realismo brutal de I Am Alive no solo lo diferencia de otros juegos de
supervivencia, sino que lo hace sentir más humano porque no eres un soldado, no
eres un elegido, no tienes poderes ni habilidades especiales, solo eres alguien
intentando seguir con vida en un mundo que ya no da segundas oportunidades y
eso en un género donde muchas veces la supervivencia se vuelve un juego de
números y optimización es lo que lo hace una experiencia única.
Haventon: El Infierno en
la Tierra
Los
mundos post apocalípticos en los videojuegos suelen ser vastos, espectaculares
e incluso bellos en su decadencia pero I Am Alive nos ofrece algo distinto, un
escenario desolador que busca ser impresionante y opresivo. La ciudad de
Haventon, el terreno principal de la historia es considerado como una trampa y un
recordatorio constante de que la civilización ha colapsado y que los
sobrevivientes son almas errantes atrapadas en un infierno sin esperanza.
El
desastre que arrasó con todo no se explica en detalle pero las consecuencias
son evidentes. Un polvo denso cubre las calles oscureciendo el cielo y
convirtiendo cada paso en una lucha contra la asfixia, los edificios están en
ruinas, las carreteras destrozadas y cualquier intento de explorar la ciudad se
siente como una misión suicida, no hay mapas que te guíen, no hay señales de
que las cosas mejorarán, solo queda avanzar con cautela para tomar decisiones
difíciles en un mundo que no perdona los errores.
Pero
lo más inquietante de Haventon no es su estado físico, sino lo que ha hecho con
su gente, ósea, aquí no hay hordas de zombis ni criaturas mutantes acechando en
cada esquina, lo que hay son personas como tú, agotadas, desesperadas y al
borde del colapso. Algunos intentan aferrarse a lo poco que queda de su
humanidad, mientras que otros han dejado de fingir que las reglas del pasado
siguen existiendo, no hay villanos en el sentido clásico, solo sobrevivientes
con diferentes grados de desesperación y en ese mundo, la amenaza más grande es
la posibilidad de que tú mismo te conviertas en uno de ellos.
Haventon
no es solo el escenario de I Am Alive, es su verdadero antagonista al ser un
mundo sin esperanza, sin promesas, sin finales felices, en donde esa crudeza y realismo implacable lo hace ser tan inmersivo al no tratarse de
reconstruir la sociedad ni de encontrar un refugio seguro, sino de seguir
adelante y nunca rendirse.
La supervivencia en su
forma más pura: Desafíos que definen a I Am Alive
En
la mayoría de los videojuegos de supervivencia los desafíos están diseñados para
ser superados con el tiempo ya que aprendes las mecánicas, mejoras tu equipo,
consigues más recursos y poco a poco te conviertes en una máquina de resistir.
I Am Alive no te da ese lujo porque aquí el mundo no se vuelve más fácil, tú no
te vuelves más fuerte y cada obstáculo sigue siendo tan peligroso al final como
lo fue al principio.
Uno
de los elementos más distintivos del juego es su enfoque en la resistencia, escalar
es una lucha contra el agotamiento ya que cada vez que te aferras a una
cornisa, cada vez que intentas alcanzar un punto más alto, tu energía se drena
y si no la gestionas bien, te espera una caída mortal no es solo una mecánica,
es una representación brutal de la realidad, no importa qué tan valiente seas,
el cansancio te mata si no eres inteligente.
Luego
está el combate o mejor dicho la ausencia de él. I Am Alive no es un juego donde
puedes abrirte paso a tiros, la munición es escasa, casi inexistente y muchas
veces tu única arma real es la intimidación. Apuntar con un arma vacía puede
ser suficiente para hacer retroceder a un enemigo pero si sospecha que estás
bluffeando te atacará sin dudarlo, al final cada enfrentamiento es un juego de
estrategia y engaño donde la mejor decisión muchas veces es no pelear.
Pero
el mayor desafío no está en los enemigos ni en las mecánicas, sino en la
desesperación que el juego transmite, cada recurso que consumes es uno menos
que tendrás en el futuro, cada decisión tiene consecuencias y cada encuentro
puede ser el último. En I Am Alive la supervivencia es una cuestión de instinto
porque se trata de aguantar hasta el último minuto y eso, en un género donde
muchas veces la dificultad se basa en estadísticas y upgrade lo convierte en una experiencia única, tensa e
inolvidable.
Un videojuego condenado
antes de nacer
No
todos los juegos que pasan desapercibidos lo hacen por ser malos ya que algunos
simplemente nacen en el momento equivocado, con el respaldo equivocado y en un
mercado que no sabe qué hacer con ellos. I Am Alive no solo tuvo que luchar
contra su propia historia de supervivencia dentro del juego, sino también fuera
de él y como si fuera una cruel ironía nunca tuvo una oportunidad real de
mantenerse con vida.
Desde
el principio el destino de I Am Alive estuvo marcado por el caos, concebido
como un ambicioso proyecto alto presupuesto, su desarrollo se convirtió en una odisea de
cambios de estudio, reestructuraciones y decisiones apresuradas. Lo que una vez
prometía ser una revolución en el género, terminó recortado, modificado y
relegado a un lanzamiento digital casi sin promoción. Ubisoft, que en su momento
parecía confiar en la idea terminó deshaciéndose de el.
Pero
más allá de los problemas de desarrollo, I Am Alive llegó en una época donde la
industria no estaba preparada para él. En 2012 el público quería mundos
abiertos expansivos, juegos de acción con mecánicas pulidas y experiencias
donde el jugador se sintiera empoderado y este producto hizo exactamente lo
contrario, ofrecía opresión, te hacía sentir frágil y era un juego de tensión
pura. Mientras otros títulos recompensaban al jugador con mejoras y progresión
este te recordaba constantemente lo cerca que estabas de la muerte.
¿Fue
mal timing? ¿Falta de apoyo? ¿O simplemente un concepto adelantado a su tiempo?
Probablemente un poco de todo pero lo cierto es que I Am Alive no tuvo la
visibilidad que merecía, un juego que hablaba de aferrarse a la vida pero que
la industria dejó morir sin darle siquiera la oportunidad de pelear.
Una llamada desde el
olvido: I Am Alive merece regresar
El
destino de I Am Alive fue cruel, un juego que hablaba de supervivencia pero que
la industria dejó a su suerte, que planteó una experiencia opresiva, innovadora
y desafiante pero que terminó enterrado bajo el peso de su propio desarrollo
problemático y el desinterés del mercado. Sin embargo, el tiempo le ha dado una
nueva perspectiva ya que su enfoque en la tensión realista, su sistema de
recursos brutalmente limitado y su forma de convertir la desesperación en
mecánica de juego lo hacen más relevante que nunca.
Hoy
los juegos de supervivencia han evolucionado, títulos como The Last of Us,
Resident Evil 7 y Green Hell han demostrado que la vulnerabilidad del jugador
puede ser una fortaleza narrativa. I Am Alive tenía esa idea desde el principio
solo que llegó demasiado pronto pero si surgiera un remake con los recursos
adecuados, podría perfeccionar su ejecución, expandir su mundo y pulir sus mecánicas
sin perder su esencia.
Pero
más allá de eso I Am Alive dejó demasiadas preguntas sin respuesta, la historia
de su protagonista se siente como el prólogo de algo más grande, y un primer
paso en un mundo que merecía ser explorado a fondo. ¿Qué pasó con la
civilización? ¿Existen otros sobrevivientes organizados? ¿Hay alguna esperanza
más allá de la lucha diaria? Una secuela podría expandir este universo no solo
ofreciendo nuevas mecánicas, sino profundizando en la narrativa de un mundo que
nos mostró poco, pero sugirió mucho.
Al
final I Am Alive es un juego que no merece ser olvidado, fue una víctima de su
tiempo pero su esencia sigue intacta y con un remake que haga justicia a su
potencial y una secuela que explore todo lo que dejó en el aire podría renacer
con más fuerza que nunca porque al igual que su protagonista, esta historia aún
no ha terminado.
Conclusión
En
definitiva I Am Alive es un título que aunque pasó desapercibido en su tiempo
tiene un potencial impresionante que merece ser reconocido. Su enfoque único
hacia la supervivencia, la desesperación palpable en cada rincón de su mundo y
la manera en que nos hace cuestionar cada decisión lo convierten en una joya
infravalorada dentro de un género saturado de fórmulas similares.
A
pesar de los problemas de desarrollo y el poco respaldo que recibió, el juego
ofreció una experiencia fresca y desafiante que muchos jugadores al mirar atrás
habrán comprendido que estaba adelantada a su tiempo.
Si
algo ha dejado claro el paso de los años es que I Am Alive merece una segunda
oportunidad, un remake bien hecho y una secuela que expanda su historia serían
la forma perfecta de devolverle la relevancia que nunca tuvo porque detrás de
su opresión y crudeza hay una historia esperando ser contada y un universo por
explorar. Si hay algo que el apocalipsis de I Am Alive nos enseña es que a
veces la vida se agarra con uñas y dientes y en el caso de este juego, bien
vale la pena intentar revivirlo.
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