Mickey 17: La inmortalidad como condena en una pesadilla espacial


Bong Joon ho no solo es un maestro del cine, es un arquitecto de relatos que disecciona la condición humana con una precisión quirúrgica. Después de redefinir el thriller social con Parásitos al conquistar la ceremonia de los premios Oscar en 2020, el director surcoreano ahora se sumerge en la ciencia ficción con Mickey 17, una película que no solo expande su capacidad para contar historias, sino que nos arrastra a una reflexión inquietante sobre el valor de la vida en un mundo donde la muerte ha dejado de ser un límite.

En este futuro distópico la inmortalidad no es un privilegio, sino una sentencia ya que la exploración espacial además de ser una gesta heroica, es un proyecto corporativo donde la humanidad es solo otra materia prima y mientras la tecnología avanza, la moral se desmorona, revelando un universo donde el individuo es reemplazable, la identidad un archivo en constante reescritura y la consciencia solo otro recurso explotable.

Bajo esta premisa Mickey 17 no es solo un relato de ciencia ficción, es una de las exploraciones más audaces y provocadoras del género en años recientes porque Bong Joon-ho demuestra que aún sigue en la cima de su arte al entregarnos una película que deslumbra en lo visual y que deja huella en su aspecto narrativo.

El filme se centra en un futuro donde la humanidad ha llevado su ambición más allá de la Tierra, el cual nos pone como foco principal a Mickey Barnes (Robert Pattinson), un prescindible y trabajador descartable enviado junto a una expedición para colonizar Niflheim, un planeta helado y hostil. Su labor es simple, asumir las tareas demasiado peligrosas para el resto de la tripulación, morir en el proceso y ser reemplazado por una nueva versión de sí mismo con sus recuerdos restaurados, siendo así un ciclo diseñado para no fallar hasta que falla.

Sin embargo, Mickey 17 contra toda probabilidad sobrevive a una de sus misiones y regresa a la base solo para descubrir que su reemplazo, Mickey 18, ya ha sido creado, ahora, dos versiones del mismo hombre existen al mismo tiempo, rompiendo el sistema y desafiando el propósito mismo de su existencia. ¿Quién de los dos tiene derecho a vivir? ¿Hasta qué punto sigue siendo él si cada versión es solo una copia mejorada de la anterior? Y lo más importante, si la inmortalidad es solo otra forma de esclavitud, ¿cómo se escapa de un ciclo diseñado para no dejar sobrevivientes?

Desde el primer minuto Mickey 17 deja en claro que no va a suavizar su mensaje ya que Bong Joon-ho construye una narrativa despiadada donde el terror no proviene de criaturas extraterrestres ni de tecnología fuera de control, sino de la deshumanización absoluta en nombre del "progreso". La película disecciona el capitalismo llevado al extremo, la colonización disfrazada de avance y el precio de jugar a ser dioses, todo mientras nos empuja a enfrentar la pregunta más inquietante de todas, si tu consciencia puede ser transferida de un cuerpo a otro, ¿realmente sigues siendo tú?

Además, el guion es una mezcla perfecta de complejidad y accesibilidad con una premisa que desvela sus capas de manera cuidadosa para mantener al espectador cautivo, en donde los giros argumentales lejos de ser forzados, surgen de una trama meticulosamente construida donde cada revelación tiene un propósito, provocando que la trama aparte de explorar temas profundos como la identidad, la moral y el valor de la vida, utiliza a los "prescindibles" como un vehículo para reflexionar sobre la repetición, la existencia y la muerte.

Pero lo que hace que Mickey 17 sea verdaderamente brillante no es solo su concepto, sino su ejecución. Bong Joon-ho mantiene un equilibrio magistral entre el suspenso, la sátira y la desesperación existencial gracias a que la premisa se desliza entre momentos de angustia, reflexiones filosóficas y destellos de humor negro que lejos de aliviar la tensión la hacen aún más incómoda, además de que el largometraje juega con lo absurdo sin perder la gravedad de su mensaje y toma lo ridículo para convertirlo en algo aterrador.

A nivel técnico el filme es impecable, la dirección cinematográfica de Joon-ho es quirúrgica ya que cada plano es meticulosamente construido para comunicar tanto como los diálogos, luego, la fotografía es un deleite visual que juega con contrastes impactantes, haciendo que el vacío infinito del espacio contra el claustrofóbico interior de la nave sea escalofriante y cada rincón sea diseñado para sofocar a sus ocupantes, sin olvidar los efectos visuales y especiales que son espectaculares por su realismo y por ser completamente integrados en el mundo de la historia para reforzar la atmósfera opresiva y el montaje que por su parte, es un trabajo milimétrico que equilibra la tensión, la acción y la sátira con fluidez.

Y luego está el elenco, el cual es completamente aceptable al darnos actuaciones solidas pero el que se lleva los reflectores y aplausos es el mismísimo Robert Pattinson, quien nos demuestra que está en su mejor momento al ofrecer una interpretación doble que captura la lucha entre la resignación y la rebelión con una sutileza impresionante, su capacidad para transmitir el conflicto interno de su personaje incluso cuando comparte pantalla consigo mismo reafirma su lugar como uno de los actores más fascinantes de nuestra época.

A su lado, Mark Ruffalo sorprende con un antagonista que combina la frialdad calculadora de un CEO despiadado con la megalomanía de un dictador que cree tener el control absoluto sobre la vida y la muerte, como si fuera una especie futurista de Adolfo Hitler, en donde su interpretación se aleja de los villanos convencionales al añadir una complejidad única a su personaje que no solo se ve como una amenaza externa, sino como un reflejo distorsionado de las ambiciones humanas.

En definitiva, Mickey 17 es una de las experiencias más absorbentes y provocadoras del cine de ciencia ficción reciente, más que un espectáculo visual (que lo es y de primer nivel) es un golpe directo a la mente y a la moralidad, un viaje por un laberinto de identidad donde cada resurrección deja más cicatrices que alivio. Es cine que desafía, incomoda y juega con la sátira sin perder gravedad porque Bong Joon-ho no solo adapta una historia, la moldea a su estilo para entregarnos una obra que se siente, piensa y digiere con el tiempo para que esta sea brutal, magnética, imposible de soltar y recomendar.


 

 

 

Calificación 9/10

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