Hay
películas que llegan haciendo ruido con explosiones, persecuciones, héroes
esculpidos en mármol y luego están las que entran en silencio como un código
cifrado esperando ser descifrado por los ojos correctos. El Amateur: Operación
Venganza pertenece a esta última especie ya que es una rareza dentro del género
de acción, un susurro entre tantos gritos y un thriller que se niega a ser
convencional.
En
un panorama saturado de agentes infalibles y tramas clonadas, esta cinta se
atreve a hacer algo tan valiente como poco frecuente en cuanto a poner al
frente a un hombre roto, incapaz de sostener un arma con firmeza pero dispuesto
a desafiar al sistema con la única herramienta que no le pudieron quitar…su
mente.
Y
es que pocas veces el dolor se ha convertido en detonante narrativo con tanta
precisión porque lo que aquí tenemos no es solo una historia de espionaje, es
una radiografía emocional de alguien al borde del abismo, impulsado por el
duelo y la necesidad desesperada de encontrar sentido en un mundo que le falló.
Lo
que empieza en un sótano olvidado de la CIA, acaba convirtiéndose en una
travesía global tan cerebral como visceral y en medio de toda una idea
poderosa, a veces el verdadero peligro no lo representan las armas, sino los
silencios institucionales y la voluntad de alguien que ya no tiene miedo a
perder.
La
premisa de la cinta se se centra en Charlie Heller (Rami Malek), quien no es un
espía ni un agente de campo y mucho menos alguien que sabe usar un arma con
soltura, es un hombre invisible dentro de la maquinaria de inteligencia
estadounidense, un analista brillante y atrapado en el rincón más gris de la CIA
en un sótano donde los genios decodifican mensajes del enemigo sin que nadie
sepa su nombre, siendo así el tipo de persona que vive en la sombra de los que se
llevan el crédito hasta que la tragedia lo obliga a reescribirse.
Cuando
su esposa muere en un atentado en Londres y el gobierno decide mirar hacia otro
lado, Charlie rompe su rutina diaria y al no recibir apoyo por parte de la CIA,
decide actuar con la mente como única arma, el dolor como combustible y el
deseo de venganza como guía, en donde solo y sin apoyo, se lanza a un viaje por el
continente europeo para confrontar a los responsables que mataron a su pareja.
Desde
su historia, El Amateur: Operación Venganza se planta con una valentía que
pocas películas del género se atreven a asumir, la cual es desarmar al héroe no
en lo literal, sino en lo emocional ya que aquí no hay un protagonista
indestructible que sabe exactamente qué hacer en todo momento, Charlie titubea,
duda, tiene miedo y se quiebra porque su viaje no es el de convertirse en un
asesino, es el de alguien que simplemente quiere ser escuchado por un sistema
que lo silenció.
El
guion, el cual es bien cuidado al detalle, se convierte en un mapa emocional donde
cada pista lleva a una reflexión más profunda sobre la pérdida, la burocracia
que consume vidas y los gobiernos que deciden cuándo vale la pena actuar y
cuándo es mejor ignorar. La historia nunca cae en el melodrama barato ni en la
acción fácil gracias a que su ritmo es medido, a veces contemplativo
pero siempre en función del personaje.
Luego,
el desarrollo de Charlie Heller es constante, convincente y construido con
paciencia, detalles y silencios que pesan ya que lo vemos pasar de ser un
náufrago emocional, perdido entre el dolor y la indiferencia de un sistema que
lo ignora a convertirse en un estratega sigiloso que aprende a leer
los códigos del poder y a navegar las grietas del sistema desde adentro, convirtiéndose
en una mente calculadora que avanza con pasos medidos, alimentado por la
pérdida pero sin dejarse consumir por ella.

Ahora,
aunque el guion tiene sus pros, también tiene sus contras ya que por ejemplo, pudo
haber explotado más ciertas ideas en escenas que parecen pedir más
intensidad o ciertos giros que se resuelven con menos precisión de la esperada,
así como sacarle más provecho a su historia con mayor intensidad y precisión
narrativa pero lo que logra transmitir en términos de atmósfera, tono e
identidad, lo convierte en uno de los relatos más humanos y diferenciados dentro
del thriller de espías reciente.
El
filme nos lleva a un viaje internacional desde Inglaterra hasta Francia, Turquia,
España y Rusia pero no como postal turística ni excusa para coreografías
exóticas ya que cada locación es un estado emocional y una etapa en el duelo de
Charlie que a veces se siente más cerca del cine contemplativo europeo que del
blockbuster norteamericano. El diseño de producción es sobrio pero envolvente,
la fotografía capta la frialdad de los ambientes como el espejo del aislamiento
del protagonista y el montaje sabe cuándo pausar para dejarnos respirar junto a
él y cuándo presionar para transmitir la urgencia de su causa.
La
dirección cinematográfica de James Hawes aunque no es especialmente autoral, se
compromete con el tono de la historia y lo ejecuta sin concesiones ya que no
busca espectáculo, busca verosimilitud en donde no pretende reinventar la rueda
pero sí entregarnos un viaje emocional auténtico y en eso acierta porque al menos, el sello de entretenimiento es firmemente asegurado.
Posteriormente,
la interpretación de Rami Malek es maravillosa porque logra que su rostro
parezca estar hecho de grietas y de microexpresiones que gritan lo que sus
labios callan ya que lo ves hundido, solo e irrelevante hasta que lo ves usar
esa misma invisibilidad como una estrategia de alto calibre, haciendo que cada
decisión de su personaje lo convierta en alguien profundamente humano.
Es
esa la intimidad emocional que lo eleva por encima de cualquier otro personaje
del género en los últimos años porque lo entiendes, porque tú también has
querido gritarle al sistema alguna vez, porque tú también te has sentido
ignorado mientras el mundo sigue girando y en Charlie vemos al hombre común
enfrentándose a lo extraordinario desde lo único que no pueden arrebatarle, su
determinación.
Eso
sí, es justo señalar que varios actores del elenco como Catriona Balfe,
Laurence Fishburne y Jon Bernthal merecían mucho más en este producto porque sus personajes se sienten construidos
con potencial pero editados como secundarios funcionales que no terminan de
explotar, lo cual sin duda es una lástima debido a que sus escenas prometían muchisimo
más de lo que finalmente se muestra.
En
definitiva, El Amateur: Operación Venganza es una película que susurra y va
plantando sus ideas lentamente como un virus informático en el sistema
emocional del espectador, ya que se toma su tiempo para construir su mundo,
para hacernos entender a su protagonista y para hablarnos sin subrayar de cosas
que a menudo quedan fuera del radar en el cine de acción como el duelo, la
impotencia, la soledad, la burocracia como villano silencioso y la inteligencia
como forma de resistencia.
Puede
que no sea perfecta y que para algunos les parezca lenta o que le falte una
escena de acción memorable en sus 123 minutos de duración pero también puede
que sea una de las propuestas más originales y humanas que se han dado en el
thriller de espionaje en años recientes y en un mar de películas intercambiables,
eso es decir mucho porque a veces la mejor venganza solo necesita a alguien que
sepa dónde buscar y no tenga nada que perder.
Calificación: 7.5/10
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