
No
todos los dramas escolares necesitan romance o melodrama para dejar huella ya
que a veces basta con una buena historia, un protagonista terco con hambre de
superación y una dirección que entienda el poder del silencio antes del golpe.
Grupo de Estudio no solo es una producción surcoreana atrapante, te vuela la
cabeza. Lo que parece al principio una simple historia de estudiantes
problemáticos, se convierte en una brutal y emocional carta de amor a la
perseverancia contada a través de puños, sudor, cicatrices y un deseo genuino
de aprender.
Esto
no es solo un drama escolar con peleas, es una experiencia, una descarga
emocional que atraviesa el cuerpo y te deja marcado, un golpe certero al
corazón del espectador que no espera nada y termina recibiéndolo todo, una
declaración de guerra a la mediocridad narrativa, al cliché disfrazado de
profundidad, al entretenimiento sin alma y una carta ensangrentada escrita de
quienes todavía creen que vale la pena aprender, aun cuando el mundo te grita
lo contrario.
La
historia de la serie se centra en Yoon Ga Min, un estudiante de preparatoria común
y corriente, de esos que en cualquier otra obra sería el personaje de relleno,
el que nadie nota pero aquí es el protagonista y no es un genio, ni un rebelde
sin causa, ni el elegido de ninguna profecía, es simplemente un chico que
quiere estudiar y está dispuesto a jugársela por completo para lograrlo, incluso
si el mundo entero se lo quiere impedir.
Y
cuando digo el mundo, me refiero a la Academia Yusung, una especie de campo de
batalla donde los alumnos se dividen entre los que golpean y los que son
golpeados, donde el conocimiento es un lujo y la violencia es el idioma
oficial, un lugar donde soñar con una vida mejor es casi un acto criminal y
entre el caos y el humo, Ga Min decide fundar su propio grupo de estudio para
cumplir un solo objetivo, entrar a la universidad.
Pero
claro, aquí no se discuten fórmulas matemáticas en paz ya que cada página que
se lee es una amenaza, cada examen aprobado es una provocación y cada intento
de concentrarse es una provocación a la ley no escrita del más fuerte, esos
aspectos hacen a Grupo de Estudio como una obra tan demoledora porque convierte
algo tan simple y noble como el deseo de estudiar en un acto revolucionario y de
resistencia brutal.
Lo
que más me impactó y que me sigue retumbando en la cabeza es el guion, el cual
está construido con una inteligencia espectacular, no hay una línea de diálogo
que no tenga peso, no hay personaje que esté ahí solo para adornar. Todo se
mueve con un equilibrio perfecto entre tensión, emoción, conflicto real y
cuando llegan las peleas (porque vaya que hay peleas) no son coreografías bonitas
puestas para entretener, son lenguaje, diálogo sin palabras y el alma de cada
personaje hablando con los puños.
Yoon
Ga Min no pelea porque quiere, sino porque no le queda otra y porque en ese
mundo si no defiendes tu derecho a aprender, te lo arrancan, el no es un héroe
clásico pero es un símbolo de esos que se te graban por su honestidad,
terquedad y fragilidad disfrazada de valentía. Es imposible no admirarlo,
además de que al mismo tiempo uno siente que él está protegiéndonos a todos
nosotros y está peleando por los que alguna vez nos sentimos aplastados,
ignorados e invisibles.
El
ritmo narrativo de la serie es exquisito, no se acelera sin razón n se detiene
a llorar sin necesidad, avanza como una bomba de tiempo, acumulando tensión
emocional y física hasta que explota y cuando lo hace no hay vuelta atrás. Los
giros no son gratuitos y el crecimiento de los personajes se siente orgánico,
ganado a pulso como si nos estuviéramos graduando junto a ellos del dolor, la
frustración y la impotencia.
Cada
personaje secundario tiene alma, cicatrices e historia, incluso los antagonistas
son más que simples obstáculos, son espejos rotos que reflejan lo que pasa
cuando el sistema te rompe por dentro. La serie no se molesta en justificar la
violencia ya que la muestra como el lenguaje de una generación que ya no sabe
cómo pedir ayuda y ese nivel de profundidad emocional, en medio de un drama de
acción es lo que la vuelve inigualable.
La
fotografía es otro acierto gracias a que la paleta de colores apagados, los
encuadres cerrados, los movimientos de cámara que te hacen sentir parte de la
pelea, todo está al servicio del realismo. No hay glamour, hay sudor, sangre, gritos
ahogados y miradas que dicen más que mil líneas porque al final es una
dirección que respeta la crudeza del relato y la embellece sin maquillarla.
La
música, wow, de verdad la música es una locura, la cual está para acompañarte, darle
forma al caos interno de los personajes y sientas la ansiedad, tristeza y
soledad que se esconde detrás de cada batalla, es casi como si la banda sonora
respirara al mismo ritmo que Ga Min, entrecortado, herido y decidido.
Y
si el panfleto es el alma de Grupo de Estudio, entonces sus actores son los
latidos porque esta historia con toda su carga emocional, su tensión hirviente
y su rabia contenida, no funcionaría sin intérpretes que realmente se la crean,
que se metan hasta el fondo en la piel de sus personajes y salgan con cicatrices
y eso es exactamente lo que ocurre aquí.
Hwang
Minhyun, como Yoon Ga Min no solo actúa, respira el personaje ya que su
contención y mirada al borde del colapso, transmite una rabia muda que arde sin
necesidad de estallar, además de que su presencia frente a cámara consigue ser
la representación de los jóvenes que solo quieren estudiar y llevar un vida pacífica.
Cha Woo Min en el rol del antagonista es el silencio antes del desastre, su
presencia impone, no por gritar, sino por mirar y construye un villano helado,
elegante e implacable que lo interpreta con frialdad.
En
definitiva, Grupo de Estudio es una declaración feroz de identidad, de lucha,
de inteligencia emocional en su forma más cruda, sincera y el tipo de historia
que redefine lo que puede ser un drama escolar, que desafía los clichés y que apuesta
por una narrativa que no teme ensuciarse, caer, sangrar y volver a levantarse,
es de las mejores series surcoreanas de la actualidad la cual merece aclamo
universal.
Para
mí, es de lo mejor que he visto en años dentro de la televisión asiática no
porque innove con efectos ni porque quiera ser más de lo que es, sino porque
sabe exactamente qué quiere contar y lo hace con una fuerza demoledora. Una
historia de chicos que en lugar de rendirse, se aferran a sus sueños con los
puños apretados y si eso no es arte, entonces no sé qué lo es. Por
último, las probabilidades de una segunda temporada son demasiado altas ya que
el final al ofrecernos un cliffhanger que merece tener justificación, así como
tener en cuenta que la serie esta basada en un manhwa, puede hacerse realidad.
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