Jumper: El don de saltar, escapar y el peso de quedarse

Todos hemos querido desaparecer alguna vez, fugarse de una situación incómoda, dejar atrás un momento doloroso, escapar de un lugar, de una persona e incluso de uno mismo pero ¿y si pudieras hacerlo de verdad? ¿Si pudieras desvanecerte del presente y aparecer en un parpadeo, en cualquier sitio del mundo que hayas visto o imaginado? ¿Sería una bendición o una maldición?

Jumper de Steven Gould responde a esa pregunta desde las entrañas de un joven marcado por la violencia, la ausencia y el deseo casi desesperado de encontrar un sentido, esta novela no es solo ciencia ficción, es una carta abierta al dolor adolescente, al instinto de supervivencia y a esa eterna pregunta de si el poder, sea cual sea, nos libera o simplemente nos expone a nuevas cadenas.

Leer Jumper fue una experiencia poderosa que después de haber visto su adaptación cinematográfica protagonizada por Hayden Christensen, la cual me pareció entretenida pese a su guion caótico, me obligó a cuestionarme qué haría si pudiera teletransportarme. ¿Lo usaría para escapar? ¿Para vengarme? ¿Para encontrar a alguien? ¿Para ser libre o para no sentirme tan solo?

La premisa se centra en David Rice, el cual no es un chico cualquiera pero no porque lo parezca, sino porque lo esconde, a simple vista es un adolescente más cargando con el peso de un hogar roto y de una infancia llena de silencios que gritan. Su padre es violento y su madre un recuerdo que se esfumó sin explicación pero un día, durante una golpiza especialmente brutal, David descubre que puede hacer algo imposible, saltar, no correr, no escapar, saltar, desaparecer de un lugar y aparecer en otro en un abrir y cerrar de ojos.

Al llevar a cabo dicho poder sobrenatural, su destino inicial no es aleatorio, es el único sitio donde alguna vez se sintió a salvo, la biblioteca pública de su pueblo y así comienza la fuga que no es solo física, sino emocional e existencial. David decide no volver jamás y se lanza al mundo, concretamente a la inmensidad de Nueva York buscando anonimato, respuestas y quizás una segunda oportunidad. En un entorno hostil, aprende a sobrevivir como puede, usando su don para conseguir dinero, evitar el peligro y trazar su propio camino.

Pero la supervivencia no basta porque las preguntas comienzan a arderle por dentro. ¿Por qué se fue su madre? ¿Podía ella también saltar? ¿Hay más como él? ¿Es un error de la naturaleza o parte de algo más grande? Y mientras explora sus habilidades David también descubre que el poder no puede existir sin consecuencias porque donde hay un don, hay un rastro y donde hay un rastro, hay alguien siguiéndolo, la policía. el gobierno y quizás otros como él o peores, ser libre es maravilloso y tentador pero, mostrar al mundo quién eres implica riesgos y David está a punto de aprender que no hay salto que lo salve de sí mismo.

Jumper es una novela que desarma no por lo ruidoso de sus escenas de acción (aunque las tiene) ni por su despliegue de ciencia ficción (que también existe), sino por lo íntimo de su enfoque ya que Steven Gould toma un concepto brutalmente espectacular como la teletransportación para contar una historia profundamente humana y dolorosamente real.

David Rice no es el típico protagonista de aventuras porque no quiere salvar el mundo ni ser héroe, el solo quiere dejar de sufrir y su historia no comienza con un llamado a la gloria, sino con una paliza en casa, en donde su primer salto es un acto de desesperación, no de poder y dicho eso, esa es la esencia del libro, convertir la ciencia ficción en metáfora emocional.

Uno de los puntos más brillantes de la novela es cómo retrata la adolescencia desde una perspectiva honesta y sin adornos, David está solo, comete errores, roba, se esconde, se aísla, se enamora, se frustra y poco a poco empieza a crecer no como quien entrena para ser un superhéroe, sino como alguien que intenta comprender lo que significa tener el poder de hacer el bien cuando toda tu vida te han enseñado a sobrevivir en la sombra.

Gould no romantiza la libertad, nos muestra que poder ir a cualquier parte no significa pertenecer a ningún lugar y que escapar no cura el dolor, solo lo retrasa. Las mejores escenas no son los saltos espectaculares (aunque hay algunos visualmente increíbles), sino aquellas en las que David se enfrenta al peso de sus decisiones, al abandono de su madre, al amor que empieza a nacer en su vida y a la constante sensación de estar siendo observado cazado.

Luego, la narrativa de Gould es fluida, directa pero no simple, es ágil cuando lo necesita e introspectiva cuando debe serlo ya que crea un equilibrio perfecto entre el thriller, el viaje emocional y sobre todo, hace algo muy difícil, lo cual es lograr que empaticemos con un chico que podría haber tomado el camino fácil pero que decide paso a paso y salto a salto construir algo mejor en su vida.

En definitiva, Jumper es un manifiesto emocional disfrazado de aventura, es el grito silencioso de un chico roto que en lugar de rendirse, salta no para esconderse, sino para elegirse. Es una metáfora brutalmente honesta sobre lo que significa crecer cuando el mundo parece empeñado en aplastarte y sobre cómo incluso con el don de estar en cualquier parte, lo más difícil sigue siendo encontrar un lugar al que realmente pertenezcas.

Porque el mayor poder de David Rice no es la teletransportación, sino su capacidad de reinventarse, de reescribir su historia, de desafiar el destino que otros intentaron imponerle y eso, sin explosiones ni capas lo convierte en un héroe más humano, cercano y rreal que muchos íconos de cómic.

Jumper me recordó que aunque no tengamos la capacidad de desaparecer y aparecer en otro continente, todos tenemos la posibilidad de saltar hacia algo mejor, hacia una versión de nosotros mismos menos marcada por el dolor y más guiada por el propósito ya que este libro no solo se lee, se siente, se queda t como todo buen salto, deja una estela imposible de ignorar.

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