Watch Dogs: El sueño del hacker supremo y la ciudad que nunca fue

 

Imagina tener el mundo en la palma de tu mano no con dinero, ni con armas, sino con información, un simple toque en tu teléfono y el tráfico colapsa en segundos, las luces de la ciudad bailan a tu antojo y las cuentas bancarias de extraños vacían su contenido en la tuya, no hay puertas cerradas, no hay secretos ocultos, solo una ciudad que respira datos y que se arrodilla ante tu voluntad.

Esa fue la promesa de Watch Dogs, un videojuego que Ubisoft nos vendió como la fantasía de ser un hacker omnipotente en un Chicago vivo e hiperconectado donde cada semáforo, cámara de seguridad y dispositivo inteligente serían piezas de un tablero que solo nosotros sabíamos mover. Una obra distinta que rompía con la clásica ecuación de “dispara, roba, huye” para reemplazarla con algo más cerebral, táctico y por qué no decirlo, más intrigante en donde la violencia era el resultado de nuestras decisiones en un mundo que parecía diseñado para ser manipulado con inteligencia

Pero como toda promesa, la realidad terminó siendo más gris que el brillante tráiler de presentación ya que Watch Dogs no solo se vio envuelto en una de las polémicas de downgrade gráfico más recordadas de la industria, sino que también dividió opiniones entre quienes vieron en él una revolución discreta y quienes lo tacharon de ser otro intento de Ubisoft por vender una idea más grande de lo que realmente podía entregar, algunos sintieron que la jugabilidad innovaba y otros que solo maquillaba las mecánicas de siempre con una nueva estética.

Aun así, hay algo en Watch Dogs que lo hace especial, puede que no haya redefinido los juegos de mundo abierto pero introdujo mecánicas frescas que años después siguen siendo recordadas con cariño (y que incluso otros juegos han intentado replicar). Su visión de un mundo donde la tecnología lo controla todo y la privacidad es una ilusión se adelantó a su tiempo, planteando preguntas que hoy son más relevantes que nunca, tal vez no fue el juego perfecto que nos prometieron pero sigue siendo una experiencia distinta dentro del género al ser un título que con todo y sus defectos supo dejar huella.

La pregunta es, ¿realmente se le hizo justicia? ¿Es un título adelantado a su tiempo o simplemente un producto que no logró cumplir con sus propias ambiciones? Hoy me gustaría hablar de Watch Dogs desde una perspectiva más personal, desempolvando sus aciertos y sus errores pero sobre todo, explorando por qué a pesar del ruido y las críticas sigue siendo un juego que merece la pena experimentar.

Watch Dogs y la fantasía del hacker: ¿Innovación o ilusión?

Los videojuegos de mundo abierto siempre han seguido la fórmula de explorar, disparar, robar, repetir y en medio de esa rutina Ubisoft llegó con una idea que parecía desafiar las reglas del género, ¿y si en lugar de usar armas usáramos información? ¿Y si la herramienta más poderosa del protagonista no fuera una ametralladora, sino un simple teléfono?

Eso es lo que hacía que Watch Dogs pareciera diferente porque en teoría, el juego nos entregaba un arsenal digital capaz de doblegar una ciudad entera, aquí no necesitábamos una pistola para frenar a un enemigo, bastaba con explotar una tubería bajo sus pies y no hacía falta una persecución a alta velocidad si podíamos manipular los semáforos y provocar un accidente, ya que todo parecía diseñado para hacernos sentir como un titiritero invisible, moviendo los hilos de un Chicago dominado por la hiperconectividad.

La idea era brillante pero en la práctica Watch Dogs no logró aprovechar todo su potencial porque el hacking, aunque divertido, terminó funcionando más como un truco de magia con soluciones predefinidas que como una caja de herramientas con infinitas posibilidades. Más que un hacker con control total éramos un jugador con botones de "presiona X para hackear" repartidos por la ciudad, no había una verdadera sensación de creatividad o de resolver problemas de distintas maneras, solo opciones limitadas disfrazadas de libertad.

Aun así, hay que darle crédito al juego por atreverse a hacer algo distinto ya que introdujo mecánicas que aunque simplificadas, aportaron una capa extra de estrategia al género de mundo abierto. La idea de un mundo donde la tecnología nos vigila y puede ser usada en nuestra contra o favor sigue siendo fascinante y Watch Dogs fue de los primeros en convertirla en el eje de su jugabilidad.

Entonces, ¿fue realmente innovador? sí y no, si porque trajo una propuesta diferente en una industria saturada de clones de GTA pero a la vez no porque no logró explotar todo lo que prometía. Aunque lo que es innegable es que sentó las bases para sus secuelas y para que otros juegos experimentaran con mecánicas similares, siendo así un logro.

Aiden Pearce: Venganza, conexiones y el precio del silencio

En un mundo saturado de héroes carismáticos y relatos épicos, Watch Dogs nos presenta a Aiden Pearce, un antihéroe sombrío y solitario que parece más una sombra que un hombre ya que no lucha por la salvación del mundo ni por grandes ideales, sino por algo mucho más personal, la venganza. La historia de su sobrina que fue asesinada en un ataque que él no pudo evitar se convierte en el motor de una narrativa de justicia que se mueve entre la sombra de la desesperación y la fría lógica de un hacker que controla todo.

Aiden no es el tipo de personaje con el que te encariñas a la primera porque no es el héroe de las películas ni el salvador de un pueblo, de hecho, la frialdad de su carácter hace que sea difícil saber si realmente es alguien con quien compartir un café o a quien ver como un aliado en una guerra cibernética pero eso es lo que lo hace fascinante,  ya que en lugar de ser el rostro sonriente que te guía por la historia, Aiden es un hombre marcado por la culpa, el deseo de venganza y la desconexión emocional.

Su propósito no está impulsado por el bien común, sino por la necesidad de justicia personal y eso le da una autenticidad sombría que es rara de encontrar en un protagonista de videojuego, aunque, el problema con Aiden es que esa deshumanización lo hace a veces un personaje difícil de leer ya que a lo largo del juego es más un espectador de su propio destino que un líder de su historia y pese a que eso refleja la lucha interna de un hombre atrapado entre sus acciones y sus deseos, también hace que el jugador no logre conectarse con él de manera profunda.

Es un hombre solitario que no da cabida a emociones y eso lo convierte más en una máquina de venganza que en un ser humano real con el que compartir un viaje, sin embargo, no todo es oscuridad en Watch Dogs ya que los personajes secundarios aportan algunas luces al relato, Clara, la hacker aliada representa esa conexión perdida que Aiden busca recuperar pero también refleja la desconfianza inherente a un mundo dominado por la tecnología.

La relación entre ellos es como un destello de humanidad en medio de una tormenta de códigos y pantallas, aunque nunca llega a ser del todo cálida y luego está Damien, el amigo traidor y rival cuya relación con Aiden es el clavo que atraviesa la madera de la historia, añadiendo una capa de conflicto emocional que aunque predecible, no deja de ser intrigante.

Lo que realmente distingue a Watch Dogs es que más allá de sus clichés narrativos, la premisa te invita a reflexionar sobre lo que realmente estamos dispuestos a sacrificar en un mundo conectado sobre los límites de la privacidad, el poder de la información y lo que significa ser humano en una era donde todo está al alcance de un clic. Aiden puede no ser el héroe que esperábamos pero es el reflejo de nuestra propia desconexión en un mundo cada vez más digital donde las emociones parecen diluirse tras una pantalla.

La ciudad como un juego de ajedrez: Jugabilidad y mundo abierto en Watch Dogs

Watch Dogs es una ciudad viva que se extiende ante ti, llena de secretos, posibilidades y por supuesto, trampas digitales, desde el momento en que tomas el control de Aiden Pearce, el mundo se abre a tus pies de una forma diferente a lo que estamos acostumbrados en los juegos de mundo abierto ya que no se trata solo de correr, disparar y escapar, sino en tu capacidad para manipular la ciudad misma.

La jugabilidad de Watch Dogs es como un rompecabezas interactivo donde cada acción por pequeña que sea puede tener una reacción en cadena ya que estás en una ciudad llena de semáforos, cámaras de seguridad, sistemas de vigilancia y hasta los más pequeños dispositivos conectados a la red en donde absolutamente todo puede ser hackeado, ese es el núcleo de la jugabilidad, ser el maestro de una red de datos, un titiritero que mueve los hilos de un mundo hiperconectado sin tener que levantarse de su silla.

Desde desactivar alarmas en una oficina hasta causar un caos en el tráfico para crear distracciones, el control que tienes sobre el entorno es por momentos impresionante pero a pesar de todo lo que ofrece el sistema de hacking, no todo en Watch Dogs es tan revolucionario. El mundo abierto de Chicago aunque bien diseñado y detallado tiene momentos en los que se siente más como un escenario estático que una verdadera ciudad viva, luego, las actividades secundarias, pese a ser variadas, no logran escapar de la repetitividad que afecta a muchos juegos de mundo abierto.

Sí, puedes hackear las cámaras, robar coches, intervenir las comunicaciones pero después de un tiempo la sensación de estar repitiendo siempre lo mismo empieza a surgir, la magia del mundo abierto se diluye cuando la novedad de las mecánicas se convierte en rutina. Lo que realmente brilla en la jugabilidad es la sensación de libertad táctica ya que puedes enfrentar una misión de múltiples formas como por ejemplo, infiltrarte sigilosamente, desactivar todo el sistema de seguridad, causar un caos absoluto para distraer a los enemigos o simplemente hackear vehículos para dejarlos atrapados en su propio juego.

En cuanto al mundo abierto, Chicago se siente vibrante con su arquitectura imponente, sus calles atestadas de coches y personas, y su atmósfera cargada de tensión, sin embargo, la ciudad no siempre se siente tan interactiva como debería gracias a que es un mapa de caja de arena pero con ciertas limitaciones que en ocasiones hacen que el juego se sienta más restrictivo de lo que debería. Las misiones secundarias se repiten y aunque la historia principal tiene su atractivo, algunos de los elementos del mundo abierto no logran la magia de otros títulos de este tipo como Grand Theft Auto o Red Dead Redemption.

Al final Watch Dogs ofrece una experiencia única que te permite sentirte como un hacker todo poderoso en una ciudad conectada pero al mismo tiempo el mundo abierto no es tan inmersivo ni tan dinámico como podría haber sido. La jugabilidad, si bien innovadora se ve empañada por la falta de variedad en las actividades y la sensación de que aunque el mundo se siente vasto, la libertad no siempre es tan amplia como parece, aun así, la idea de manipular una ciudad entera a través de tu teléfono sigue siendo una experiencia sólida.

Visualizando el futuro: Gráficos y apartado técnico en Watch Dogs

Cuando hablamos de Watch Dogs no podemos ignorar su apartado visual que en su momento se destacó como una de las grandes promesas tecnológicas del videojuego ya que Ubisoft nos entregó una Chicago digitalmente hermosa, construida con tal detalle que en ocasiones, nos hace sentir que estamos caminando por una ciudad real, además, los gráficos, especialmente en su época eran un escaparate de lo que los videojuegos podían lograr en términos de realismo.

Desde las primeras secuencias del juego es evidente que Watch Dogs tenía la ambición de llevar la inmersión a otro nivel ya que las texturas, sombras, iluminación, cada rincón de Chicago parecía estar diseñado para ser observado con detenimiento. Las calles, los edificios, los reflejos en el agua, todo parece tener vida propia, en donde el modelado de los personajes aunque no tan detallado como la ciudad, sigue una línea de realismo que ayuda a sumergirse en el ambiente.

A pesar de que algunos personajes secundarios pueden parecer algo rígidos, la expresión facial de Aiden y otros personajes principales tiene un nivel de detalle que permite transmitir emociones y tensión sin la necesidad de un exceso de diálogo pero claro, no todo es perfecto ya que aunque la ciudad es impresionante a nivel visual, el rendimiento técnico a veces se ve afectado, especialmente en la versión de consolas de la época.

Las caídas de frame rate, los pequeños retrasos en los controles y los pop ins en los objetos del entorno son detalles que empañan un poco la experiencia. Watch Dogs prometió una ciudad viva y fluida pero algunas de sus ambiciones gráficas no se tradujeron de manera consistente a la jugabilidad y el motor gráfico, aunque potente, no siempre pudo mantener la estabilidad que el mundo abierto requería.

En términos de efectos visuales las secuencias de hackeo tienen un toque distintivo que combina estética digital con la funcionalidad del juego, ver cómo el entorno se transforma ante nuestros ojos mientras Aiden accede a las redes y altera las infraestructuras de la ciudad es una de las características más llamativas de Watch Dogs. El uso del color, la saturación de la luz y los tonos fríos junto con el diseño futurista del interfaz de hackeo crean una atmósfera única que separa el mundo digital del físico de manera atractiva.

El sonido también acompaña a la perfección este apartado gráfico ya que la música y los efectos de sonido como el zumbido de las conexiones y los ruidos del tráfico refuerzan la sensación de estar en una ciudad moderna y conectada. La banda sonora, en su mayoría es una mezcla de estilos que se adapta a las distintas situaciones del juego, desde la tensión de una persecución hasta la calma al explorar un barrio tranquilo.

En resumen, Watch Dogs presenta una propuesta visual atractiva con un mundo detallado que muestra la complejidad de una ciudad digitalmente conectada, aunque no sin sus inconvenientes. El apartado técnico podría haber sido más pulido y las imperfecciones en el rendimiento pueden alejar a algunos jugadores de la inmersión total, sin embargo, la ambición de Ubisoft de crear una ciudad viva y visualmente impresionante sigue siendo un logro notable, especialmente considerando las limitaciones de la época.

Conclusión

En definitiva, Watch Dogs es un título que dejó su marca en el mundo de los videojuegos con su enfoque único en el hacking y la capacidad de manipular un entorno urbano a través de la tecnología, dándonos una propuesta fresca y ambiciosa en un género ya saturado de mundos abiertos. Si bien sus imperfecciones en términos de repetitividad y rendimiento técnico pueden restarle puntos, la sensación de control que ofrece sobre la ciudad y la innovación de su jugabilidad siguen siendo sus mayores fortalezas.

Hoy en día, sigue siendo un título interesante para aquellos que disfrutan de los juegos de mundo abierto con una narrativa oscura y un enfoque poco convencional, si eres fanático de explorar ciudades, hackear sistemas y descubrir secretos en cada rincón definitivamente te ofrecerá una experiencia entretenida. Sin embargo, si buscas una experiencia de mundo abierto más pulida y sin tropiezos técnicos podrías querer considerar otros títulos más actuales.

Y en cuanto a su importancia dentro del género de mundo abierto, Watch Dogs se destaca por su enfoque tecnológico, algo que en su momento fue innovador ya que en un mundo donde la mayoría de los títulos se centraban en la exploración física, Watch Dogs trajo consigo la idea de explorar y manipular la ciudad no solo con las manos, sino con la mente y aunque no fue el primer juego de mundo abierto, su propuesta le dio una relevancia particular y contribuyó a una nueva dirección en la industria del gaming

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