La
promesa de la juventud eterna ha sido desde tiempos inmemoriales una obsesión
profundamente humana porque en ella se condensan los temores más íntimos de la
mortalidad, la desesperación por trascender el tiempo y la ilusión de que lo
efímero pueda prolongarse indefinidamente. Bajo esa premisa arquetípica, La
Fuente de la Juventud busca posicionarse como un espectáculo cinematográfico
que aunque adornado con todo el esplendor del cine comercial contemporáneo, se
queda a medio camino entre lo memorable y lo meramente funcional.
Guy
Ritchie, a quien también se le puede conocer como el Quentin Tarantino británico,
estuvo ofreciendo después de la pandemia muy buenos filmes bajo su sello característico
de director de cine, películas como Wrath Of Man, Operation Fortune: Ruse de Guerre,
The Covenant y The Ministry of Ungentlemanly Warfare aunque no rompieron la
taquilla por cuestiones de marketing, fueron muy buenos largometrajes pero con
esta nueva producción su racha de disfrute se tambalea y se entiende la razón de
su estreno en Apple TV.
Es
una película hecha para entretener y en ese terreno cumple con eficacia ya que
mantiene el ritmo, ofrece un espectáculo visual vibrante y no se tropieza en su
ejecución técnica, sin embargo, también representa un ejemplo evidente de lo
que ocurre cuando se privilegia el envoltorio sobre el contenido y cuando el
brillo de la superficie busca compensar la falta de profundidad narrativa, ósea,
se ve bien, se disfruta en el momento pero deja poco para recordar una vez que
bajan los créditos, sobretodo cuando es una obra de Guy Ritchie.
La
premisa de la cinta se centra en dos hermanos alejados por viejas heridas, Luke
Purdue (John Krsinsiki), un arqueólogo desacreditado por su obsesión con
leyendas y Charlotte Purdue (Natalie Porman), una curadora racional con los
pies firmemente plantados en la lógica, se ven forzados a unir fuerzas cuando
un mapa secreto los lanza en la carrera por encontrar la mítica Fuente de la
Juventud.
Con
base en ello, les sigue un villano multimillonario de manual con ambiciones
eternas y alma marchita cuya idea de legado es el control total, provocando que
las pistas los lleven por ruinas egipcias, bibliotecas ocultas y selvas
imposibles pero tras cada acertijo resuelto, surge una verdad más inquietante,
la cual es que el agua no es lo que otorga la juventud, sino lo que estás
dispuesto a sacrificar por ella.
A
primera vista, el filme tiene todos los ingredientes de una aventura clásica
moderna al ser un misterio ancestral con hermanos distanciados que se ven
obligados a reconciliarse para resolver una serie de acertijos repartidos por
exóticos parajes del mundo y una carrera contrarreloj contra un antagonista
dispuesto a todo con tal de obtener el secreto de la juventud. No hay que ser
adivino para anticipar cada giro de guion, revelación, resolución emocional y
aunque esa previsibilidad no le resta del todo valor como entretenimiento, sí
le impide alcanzar la estatura que busca.

El
guion sin duda parece escrito bajo la supervisión de un algoritmo que ha
digerido miles de películas similares, está cuidadosamente estructurado pero
carente de riesgo, alma e incluso mordida. Hay guiños a Indiana Jones, La
Leyenda del Tesoro Perdido e incluso reflejos estilizados de Uncharted pero no
hay una voz auténtica que le confiera a la película una identidad propia,
además, los personajes están dibujados con brocha gorda ya que solo son vehículos
de acción que nunca son explorados con profundidad.
Y
esto es especialmente evidente en el tratamiento del protagonista interpretado
por John Krasinski, su personaje es hábil, perspicaz y sarcástico en la dosis
justa pero también plano debido a que la narrativa le coloca en situaciones
extremas pero rara vez lo desafía emocionalmente, haciendo que su viaje sea
transitorio y su compañera de aventuras encarnada por Natalie Portman, tampoco
escapa a esa rigidez ya que su talento y presencia salvan muchas escenas, aunque
el escrito nunca le permite despegar realmente.
Y
en cuanto al villano en turno interpretado por Domnhall Glesson, es completamente
predecible, uno más del montón porque pese a tener motivaciones y ser bien
actuado (a secas), es un personaje que nunca impone ni se ve temerario,
simplemente está ahí para rellenar el hueco y hacer que la historia sirva de
algo ya que solo es el millonario codicioso que busca dominar el tiempo sin una
pizca de complejidad.

Ahora
bien, donde la película brilla sin titubeos es en su puesta en escena gracias a
que la dirección de Guy Ritchie despliega todo su arsenal visual con ritmo
frenético, secuencias de acción bien diseñadas y una edición ágil que no deja
respiro. La acción está coreografiada con precisión milimétrica, las
persecuciones son vibrantes y los escenarios naturales y digitales se combinan
para formar postales visuales que quitan el aliento. Desde templos ocultos
entre las selvas sudamericanas hasta catacumbas europeas y oasis perdidos en medio
de desiertos, el diseño de producción es sólido.
Luego,
el sonido acompaña con eficacia pero sin trascendencia ya que la banda sonora cumple
su papel sin destacar, a lo largo del metraje refuerza la emoción, subraya el
suspenso pero carece de una melodía distintiva que se quede en la mente. Lo
mismo ocurre con los diálogos, hay frases ingeniosas, intercambios que buscan
hacer reír o conmover pero que rara vez consiguen elevarse por encima del
promedio.
Todo
esto nos deja con una experiencia ambivalente ya que La Fuente de la Juventud
es una película que atrapa mientras se ve pero que se desvanece apenas se
termina, tiene momentos de diversión, algunos destellos de ingenio y una
ejecución técnica admirable pero también tiene un corazón hueco, una falta de
peso dramático y una tendencia a esquivar cualquier reflexión profunda sobre el
tema que promete explorar. La idea de buscar la inmortalidad es rica en
implicaciones filosóficas, sin embargo, se reduce a una excusa para que la
maquinaria de la acción no se detenga.

Y
quizás ahí radique su verdadera contradicción, en ser una película que gira en
torno al miedo a envejecer pero que se rehúsa a madurar narrativamente gracias
a que todo está hecho para impresionar y no conmover. El viaje es cumplidor
pero vacío porque los personajes corren, saltan, disparan, se salvan y no aprendemos
nada nuevo de ellos ni de sí mismos. Al final uno se pregunta si valía la pena
tanto alboroto por encontrar una fuente que rejuvenece los cuerpos pero no
enriquece las almas.
En
definitiva, La Fuente de la Juventud entretiene y en un panorama saturado de
blockbusters que ni siquiera logran eso ya es un mérito digno de reconocimiento
porque su ritmo es digerible, su despliegue visual y sentido de la aventura
consiguen mantener la vista del espectador durante toda su duración pero se
siente como una oportunidad desperdiciada de contar algo que realmente perdure
y de dejar una marca más allá del espectáculo momentáneo.
Hay
destellos de grandeza, momentos que casi rozan la emoción genuina pero que
nunca se consolidan ya que como muchas de sus secuencias, brillan con
intensidad pero se desvanecen rápidamente como su título, promete eternidad y
termina siendo apenas un fugaz destello que se pierde entre tantas otras
historias genéricas, siendo así una experiencia que no se atesora.
Calificación: 7/10
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