Elio: La bitácora cumplidora de un niño perdido entre galaxias y hallado en sí mismo

En una época donde la animación parece debatirse entre el exceso de ruido digital y la nostalgia por fórmulas pasadas, Pixar decide dar un paso hacia el plano emocional con Elio, la cual no es una superproducción que busca impresionar con grandilocuencia ni una secuela diseñada para vender nostalgia fácil pero se atreve a ser diferente dentro del propio catálogo del estudio y en esa diferencia, aunque imperfecta, la hace un filme sólido..

Aquí no hay juguetes que hablan, monstruos entrañables ni emociones con forma de personajes, solo un niño real, frágil con la imaginación como único escudo y una historia que pone al espacio no como territorio de conquista, sino como metáfora de la otredad. Un universo lleno de especies exóticas pero también de un reflejo sobre lo incomprensible que puede sentirse el mundo cuando uno se siente fuera de lugar incluso en su propia casa.

Además, la obra nos plantea una pregunta tan sencilla como poderosa, ¿qué pasa cuando el niño que siempre ha sido invisible en la Tierra de pronto es la voz de toda la humanidad en el espacio? Lo que podría parecer la premisa de una comedia absurda, aquí se transforma en una fábula melancólica, tierna y existencial ya que la ciencia ficción se convierte en lenguaje emocional para cambiar las reglas del juego.

Desde el primer momento la película deja en claro que no pretende ser un festival de acción ni una montaña rusa narrativa ya que en su lugar, ofrece un viaje emocional de introspección donde lo que está en juego es la identidad. El conflicto no es externo, sino interno y la batalla no se libra entre planetas, sino entre la ansiedad de no encajar y la esperanza de ser escuchado por primera vez.

La premisa de la cinta se centra en Elio Solis, un niño de once años con una imaginación que no cabe en su pequeño cuarto ni en los límites de la Tierra y que vive con su tía Olga, una militar dedicada y distante emocionalmente que trabaja en una base de investigación aeroespacial pero cuando una señal enviada al espacio por accidente es respondida, Elio es abducido y llevado al “Communiverse”.

El Communiverse es una coalición intergaláctica llena de especies alienigenas que malinterpreta la presencia de Elio como un acto diplomático y sin querer queriendo, lo declaran embajador de toda la humanidad. Una vez sucedido eso, sin entrenamiento, respuestas y con más miedo que certezas, Elio deberá abrirse camino entre criaturas exóticas, temas políticos y dilemas personales mientras se redescubre a sí mismo en el lugar menos esperado.

Lo que hace especial al guion de la película es su apuesta por lo introspectivo en lugar de lo espectacular ya que en lugar de construir un relato centrado en salvar el universo, lo que propone es más íntimo y emocional, osea, la historia de un niño que intenta salvarse a sí mismo del aislamiento, la incomprensión y la inseguridad. El universo aquí, más que ser un escenario de ciencia ficción, es un espejo simbólico de los miedos internos del protagonista y eso le da a la historia una dimensión que se siente honesta y significativa.

La estructura narrativa no es convencional, no sigue una línea ascendente de acción constante, sino que se mueve como una órbita inestable con momentos de contemplación, pausas emocionales y encuentros que importan más por lo que hacen sentir que por lo que hacen avanzar. A algunos les puede parecer que eso le resta ritmo pero en realidad es una decisión consciente porque Elio quiere ser un viaje por la mente y el corazón de un niño.

También, hay escenas que capturan esto con delicadeza como los silencios en los que Elio se enfrenta al juicio del Communiverse sin saber qué decir o los momentos en que duda incluso de su lugar en la Tierra, además, las interacciones con Glordon, quien es una criatura en forma de oruga, logran transmitir más que muchas conversaciones entre humanos gracias a que esa conexión, es uno de los grandes aciertos del guion al mostrar que el entendimiento emocional puede llevarse a cabo sin importar la especie.

Aunque, es evidente que el escrito tiene algunos puntos flojos, por ejemplo, hay personajes secundarios como la embajadora Questa o el líder Lord Grigon que parecen tener arcos o conflictos interesantes pero que se quedan en la superficie. También, hay ideas que se lanzan (como el peso del legado humano o las tensiones entre especies galácticas) y que no se desarrollan lo suficiente, provocando que en ese sentido, el universo de Elio tenga potencial para expandirse pero siendo contenido dentro de los límites de un largometraje.

Visualmente es una carta de amor a la imaginación sin filtros ya que Pixar crea un universo que no responde a reglas estéticas preconcebidas, el Communiverse no es una versión más de una metrópolis futurista como hemos visto en otras obras de ciencia ficción, es un espacio excéntrico, asimétrico, rebosante de formas orgánicas, criaturas flotantes, luz líquida y arquitectura imposible. Todo parece construido para representar diversidad, rareza y libertad como si cada planeta hubiera diseñado su espacio sin importar la raza de los demás.

Ese despliegue visual no es solo un ejercicio de creatividad técnica, tiene un propósito narrativo porque la Tierra, por contraste, se muestra opaca, cuadrada y comprimida, en donde la base militar en la que Elio va con su tía está llena de tonos fríos, encuadres rígidos y estructuras geométricas, sin olvidar su habitación que aunque íntima, está encerrada entre paredes que lo contienen y el universo galáctico al que viaja, el cual es amplio, redondo, sin esquinas, como si por fin pudiera respirar.

Y en ese juego visual, Pixar logra traducir estados emocionales en diseño gráfico donde los colores hablan cuando Elio no puede y el diseño de personajes refleja personalidades sin necesidad de explicación. Glordon, por ejemplo, es uno de los mejores diseños de personaje del estudio en años ya que aun sin rostro, boca u ojos, es tan expresivo y tierno como cualquier criatura que el estudio haya animado.

De igual manera hay un uso notable del espacio cinematográfico en los planos amplios, la profundidad de campo, la relación entre figura y fondos ya que están pensados para reforzar el aislamiento, la pequeñez o el crecimiento de Elio según el momento, haciendo que la película en el tema visual, nunca deje de decir algo o cosas al azar, sin embargo, su banda sonora es olvidable y nada destacable.

Otro punto importante sobre Elio es que no intenta responder preguntas cósmicas ni trata sobre el destino de la humanidad o el choque de civilizaciones, más bien, se trata sobre un niño que quiere sentirse visto, que quiere saber que no está solo, que quiere creer que su rareza no es un error y en eso su mensaje es inmenso a tal grado de empanizar con él en varias partes de la historia.

La película pone sobre la mesa temas como la identidad, la pérdida, la necesidad de aceptación y el miedo al rechazo pero lo hace sin grandes discursos ni moralejas impuestas gracias a que el mensaje principal del filme nace de los gestos, de las miradas, del silencio compartido entre un humano y la amistad con un alienígena

En un mundo cada vez más ruidoso y lleno de etiquetas, Elio se atreve a decir que está bien no saber quién eres, que está bien sentirte fuera de lugar, que está bien tener miedo y que muchas veces, lo que más necesitamos no es que nos den respuestas, sino que nos acompañen mientras las buscamos.

Lo interesante es que esta historia que se desarrolla en una galaxia lejana y colorida tiene un mensaje profundamente humano y actual, la ciencia ficción aquí no es un disfraz, es una metáfora en donde todos en algún momento nos hemos sentido como Elio, perdidos en un universo que no parece hecho para nosotros, esperando que alguien nos diga “te veo y estás bien así como eres”.

En definitiva, Elio no será recordada como la joya más brillante del catálogo de Pixar pero sí como una de sus propuestas más sensibles y sinceras, es cierto que le falta cohesión en su desarrollo narrativo, algunos personajes secundarios quedan poco explorados y su ritmo puede sentirse desigual pero también es real que tiene un corazón enorme, una ternura que atraviesa la pantalla y una capacidad de generar empatía que vale mucho más que cualquier perfección estructural.

En un estudio que ha dado tantas historias memorables, Elio puede parecer pequeña pero su mensaje, su universo visual y su protagonista solitario pero resiliente la hacen destacar por méritos propios ya que es una película que no brilla por lo que grita, sino por lo que susurra y a veces, esos susurros son los que más tiempo se quedan con nosotros porque al final del viaje no importa cuán lejos llegues en el espacio, si no sabes quién eres, seguirás perdido y Elio no te da un mapa, te da algo mejor, la certeza de que vale la pena buscarse.


 

 

 

Calificación: 7.5/10 

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