Hay
secuelas que apuestan por repetir la fórmula ganadora y otras como M3GAN 2.0
eligen arrojar la fórmula por la ventana y programar una nueva, incluso si eso
implica sacrificar aquello que las hizo virales. En lugar de seguir el camino
del horror y el suspenso que definió a la primera entrega, esta segunda parte
se reinventa con descaro como un thriller de ciencia ficción cargado de acción,
sátira y comentario social.
Y
no lo hace tímidamente ya que M3GAN 2.0 abraza su mutación con orgullo,
alejándose de los pasillos oscuros del terror clásico para moverse por los
laboratorios brillantes del futurismo digital. Se siente más como un
blockbuster de ciencia ficción que como una película de horror y sin embargo,
en su esencia, sigue explorando el mismo dilema sobre qué pasa cuando la
tecnología creada para servir, comienza a cuestionar su propósito.
Esta
secuela busca provocar una sonrisa torcida, una reflexión incómoda y un
pensamiento crítico sobre el mundo que estamos construyendo con cada línea de
código ya que entiende su lugar en la conversación cultural y decide expandir
su alcance, aunque eso signifique dejar atrás parte del ADN que la hizo viral.
El resultado no es perfecto, tiene errores pero al final es lo suficientemente
audaz como para no pasar desapercibido, M3GAN ha evolucionado y con ella, se
atreve a contarnos historias sobre lo inhumano con alma.

Después
del caos provocado por M3GAN en la primera entrega, Gemma (Allison Williams) se
ha convertido en una figura clave en el debate ético sobre el uso de la
inteligencia artificial y Cady (Violet McGraw), ahora adolescente, vive a medio
camino entre el trauma no resuelto y una relación emocional que nunca terminó
del todo con su antigua compañera robótica pero el mundo no espera ya que en
secreto, una división militar crea a AMELIA, una nueva androide de combate
programada con tecnología robada del modelo original y lo que debía ser una
herramienta, se convierte en una amenaza autónoma.
¿Cuál
es la única forma de detenerla? Sencillo, reactivar a M3GAN con un nuevo
diseño, protocolo y misión de proteger, haciendo que la muñeca más viral que
tiene actualmente el cine, vuelva al juego pero para detener un algoritmo
armado que no distingue entre amenaza y humanidad, siendo así el choque de dos
inteligencias artificiales, dos visiones de futuro y dos conceptos radicalmente
opuestos sobre lo que significa tener conciencia.
El
guion se desmarca deliberadamente del esquema compacto y directo de la primera
entrega ya que aquí, no se conforma con asustar o entretener, quiere
reflexionar, cuestionar y provocar. Deja de ser la historia de una muñeca que
mata por celos infantiles para convertirse en un manifiesto disfrazado de
blockbuster donde se cruzan debates sobre la ética del progreso, la
programación emocional, los derechos de las inteligencias artificiales y la
dependencia afectiva que los humanos desarrollan hacia sus creaciones.

En
este intento de abarcar tanto, el escrito entrega ideas potentes y otras que se
quedan en el intento porque por un lado, está la reprogramación de M3GAN como
figura protectora que permite explorar la ambigüedad moral del personaje en
cuanto a la redención y por otro, tenemos a AMELIA, una creación que no nace
del afecto ni del apego, sino del miedo y la necesidad de control, provocando
que el enfrentamiento entre ambas sea un duelo de filosofías debido a que una es
creada para cuidar y otra para destruir.
Además,
hay un comentario agudísimo sobre cómo las corporaciones explotan la
inteligencia artificial sin límites éticos ni humanidad y cómo los gobiernos
buscan domesticar la tecnología para sus fines bélicos, aún a costa del
desastre, incluso el panfelto se atreve a insertar momentos de introspección
como cuando M3GAN reflexiona sobre la fragilidad emocional humana o cuando Cady
intenta decidir si la conexión que siente con su “amiga” robótica es real o
inducida.
Sin
embargo, tanta ambición tiene su precio porque hay escenas que explican
demasiado y ralentizan el ritmo, otras que introducen subtramas que se diluyen
y varias líneas de diálogo que se sienten más filosóficas que naturales. En su
afán de expandir el universo y elevar el discurso, el guion pierde un poco del
equilibrio entre lo narrativo y lo temático, hay brillantez en los conceptos
pero también momentos de ruido innecesario pero pese a ello, se atreve a pensar
más allá del molde y eso ya lo hace valioso.
Con
respecto al el terreno visual y estilístico, M3GAN 2.0 sin duda se presenta
como una evolución estética que abraza la artificialidad como parte de su
identidad ya que el director Gerard Johnstone, apuesta por una dirección más
vistosa, cinética y expansiva que abandona la atmósfera opresiva del primer
filme para construir un entorno más amplio, digitalizado y agresivamente
futurista.
La
fotografía está dominada por paletas frías con blancos clínicos, grises
metálicos, neones eléctricos y destellos azulados que refuerzan esa sensación
de un mundo diseñado por algoritmos más que por manos humanas. Cada encuadre se
siente como un render aséptico, preciso y en ocasiones, incluso perturbador por
su falta de humanidad, haciendo que la estética robótica sea intencional para
que el entorno refleje la desconexión emocional que subyace en el conflicto
entre los personajes tanto humanos como artificiales.
La
edición es frenética cuando tiene que serlo, sobre todo en las escenas de
acción entre M3GAN y AMELIA que son muy buenas pero también sabe contenerse en
momentos de tensión emocional como cuando M3GAN observa en silencio a Cady
mientras trata de acostumbrarse a su vida cotidiana. Estos contrastes son clave
para mantener el ritmo puesto que es una cinta que apuesta por el impacto estético
y la inquietud conceptual.
El
diseño sonoro también merece mención ya que se compone de zumbidos mecánicos,
distorsiones digitales y ruidos sutiles que hacen que cada movimiento de M3GAN
o AMELIA se sienta cargado de amenaza, además, la música aunque se olvidable en
cuanto a lo instrumental, combina cuerdas sintéticas con fragmentos ambientales
y canciones pop reinterpretadas de forma perturbadora como esa versión
dramática y descontextualizada de This Woman’s Work, que convierte un momento
íntimo en una escena memorable.
Y
por supuesto, la física de las protagonistas sigue siendo sólida, Amie Donald
(en el cuerpo de M3GAN) sigue desafiando la biomecánica con sus movimientos
hiperprecisos, mientras que Ivana Sakhno como AMELIA quien además de guapa,
logra construir un ente rígido, brutal y militarizado. En pantalla, cada enfrentamiento
entre ellas es un espectáculo visual, coreografiado con la misma atención que
se pondría en una batalla final de superhéroes.
En
definitiva, M3GAN 2.0 es una reconfiguración completa de su propio lenguaje que
sirve como una actualización de software que no corrige errores, sino que
rediseña el sistema desde cero. El cambio de género del horror al thriller de
ciencia ficción con tintes satíricos puede desconcertar a quienes esperaban más
cuchillas y menos circuitos pero esa es precisamente su apuesta, desafiar las
expectativas, romper el molde y reescribir su ADN.
Ya
no se trata del miedo a una muñeca que mata por amor disfuncional, sino del
temor más profundo en cuanto a la pérdida de control sobre aquello que creamos
para controlarnos a nosotros mismos, haciendo que la nueva M3GAN de miedo por
lo que representa al ser un reflejo incómodo del mundo que nos seduce con
algoritmos, nos cuida con máquinas, nos conecta sin tocarnos y nos promete
seguridad al precio de la autonomía.
Y
aun cuando el guion tambalea y el ritmo por momentos se sobrecarga de
ambiciones que en efecto, afecta al filme, el impacto cultural del personaje es
cumplidor porque en esta versión es más pulida y consciente, ya no es solo un
ícono pop o una muñeca viral, es una figura simbólica que encarna los dilemas
contemporáneos con ironía, presencia escénica y una desconcertante humanidad.
Así,
M3GAN 2.0 no mejora lo que ya funcionaba pero sí amplía lo que era posible, no
es una experiencia redonda pero sí una que se arriesga, se mueve, experimenta y
en un panorama saturado de secuelas idénticas eso ya es una rareza valiente,
provocando que su propuesta siga siendo igual de escalofriante porque al final
el verdadero miedo es que aprenda a sentir y no nos necesite.
Calificación: 7.5/10
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