Sempiternal: El rugido emocional de Bring Me The Horizon que redefinió una era

Cada cierto tiempo nace un álbum que no solo se escucha, se queda como un golpe seco al pecho y una confesión que no pediste pero necesitabas, dicho esto, fue que Sempiternal, el cuarto álbum de Bring Me The Horizon no vino a seguir modas ni a repetir fórmulas, vino a quebrarse en pedazos y en ese quiebre a reconstruirnos a nosotros.

Sempiternal no fue solo un disco, fue un parteaguas emocional disfrazado de metalcore al ser un manifiesto de dolor envuelto en sintetizadores y gritos, un abrazo desesperado para todos los que alguna vez nos sentimos al borde del colapso sin saber cómo pedir ayuda y un grito colectivo para una generación demasiado rota como para expresarse en voz baja.

En 2013, Bring Me The Horizon se paró en medio de un campo de batalla musical donde ya no bastaba con ser ruidoso, había que ser sincero y Sempiternal brutalmente lo fue con canciones que se sienten más como cicatrices que como simples pistas de audio porque no hay nada “simple” en escuchar Can You Feel My Heart por primera vez y reconocer ahí tus propias inseguridades, nada “casual” en que Sleepwalking te describa sin conocerte o Nnada “normal” en que una banda tan ruidosa pueda hablar tan claro sobre la salud mental.

Este álbum no se limita a golpear con guitarras ya que golpea con verdades, con capas de sonido que te arrastran como un maremoto emocional, con letras que rasgan y con atmósferas que te dejan suspendido en ese lugar incómodo entre el dolor y la belleza. Sempiternal es el punto exacto donde el breakdown se encuentra con la introspección donde la rabia se vuelve confesión, y la oscuridad una etapa más del viaje.

Muchos lo vieron como la “transición” de Bring Me The Horizon hacia algo más accesible pero para quienes lo vivimos no fue transición, fue revelación, un momento en el que el metalcore dejó de ser solo agresión para volverse también expresión, donde la producción dejó de ser solo técnica para convertirse en una herramienta emocional y donde cada track sonaba como un espejo sucio y agrietado pero reflejando lo que llevábamos dentro.

Hoy, más de diez años después, Sempiternal no ha perdido ni un ápice de su fuerza, ha ganado peso porque en un mundo cada vez más ruidoso y vacío, este disco sigue siendo una voz que no teme decir lo que muchos callan y por eso no se olvida ya que fue y sigue siendo necesario. En el siguiente artículo, exploraremos el contexto en el que esta obra maestra nació, cómo cambió el rumbo de la banda y de cómo Sempiternal no fue un momento definitorio para toda la escena del rock.

Cuando Bring Me The Horizon estaba al filo de su propia extinción

Antes de que Sempiternal se convirtiera en un grito generacional, Bring Me The Horizon era un monstruo sin control ya que era crudo, feroz e impredecible, desde sus días viscerales con Count Your Blessings hasta los matices más melódicos pero aún igual de violentos de Suicide Season y There Is a Hell, la banda era conocida por escupir furia sin filtro. Sonaban a rabia contenida, a angustia hecha breakdown y a un desorden emocional que servía como combustible para incendiar escenarios pero también estaban al borde del colapso.

La vida dentro de BMTH no era sostenible ya que las giras eternas, tensiones internas, el estigma de ser "demasiado extremos para el mainstream", "demasiado emocionales para el rock puro" y una espiral de excesos personales (particularmente en Oliver Sykes), mantenían a la banda en un terreno sísmico pero la llegada de Sempiternal para ellos fue una decisión de vida o muerte, un salto evolutivo necesario y un "cambio o nos destruimos".

En ese punto crítico, apareció Jordan Fish, una figura que sin empuñar una guitarra ni gritar al micrófono terminó siendo clave en el proceso de Sempiternal como productor, tecladista e ingeniero de audio, su incorporación fue como inyectar un nuevo ADN en la banda ya que con él llegó la electrónica atmosférica, las estructuras melódicas más complejas, los sintetizadores como extensiones del alma y sobre todo, una brújula creativa que apuntaba hacia un nuevo norte que ofrecería una nueva versión de BMTH.

Sempiternal se gestó en medio de la confusión, el agotamiento, la rabia y el vacío pero no fue un accidente, fue una reinvención quirúrgica, emocional y sonora porque la banda dejó de pelear con su identidad y empezó a moldearla. Dejó de esconder sus heridas y comenzó a mostrarlas sin pudor como cicatrices que hablan más fuerte que cualquier grito.

Ya no eran solo cinco chicos furiosos haciendo ruido, eran cinco sobrevivientes buscando sentido y en ese proceso transformaron el caos en belleza, visión y legado. Sempiternal fue el momento en que Bring Me The Horizon dejó de ser una banda de nicho para convertirse en un fenómeno pero ese salto fue un abismo y ellos saltaron con los ojos abiertos.

La metamorfosis del estruendo que evoluciono en Sempiternal

Escuchar Sempiternal por primera vez es como abrir una puerta que nadie esperaba que existiera en el universo de Bring Me The Horizon ya que no se trata solo de un nuevo disco, sino en que es una mutación audible. un salto evolutivo tan radical que parece el trabajo de una banda distinta hasta que uno presta atención y se da cuenta de que en el fondo, debajo de todos esos nuevos sonidos, sigue latiendo el mismo corazón rabioso de siempre.

Lo primero que sorprende es el orden dentro del caos porque atrás quedó el ataque frontal de riffs afilados como cuchillas que caracterizaba a sus trabajos anteriores. Aquí, la distorsión se dosifica, moldea y combina con texturas electrónicas que construyen. Desde el primer segundo de “Can You Feel My Heart” el sintetizador aparece como protagonista, marcando el tono emocional del disco antes de que una sola palabra sea cantada.

Jordan Fish no solo se integró como tecladista, sino como arquitecto sónico ya que cada beat, pad y glitch parece diseñado con bisturí ya que la electrónica es el esqueleto sobre el cual se apoya toda la estructura. La violencia no desaparece, simplemente se vuelve más sofisticada y estratégica, sin olvidar los breakdowns que ya no solo buscan romper cuellos, ahora también buscan romper corazones.

La voz de Oliver Sykes se convierte en un instrumento versátil que transita entre gritos desesperados, lamentos quebrados y melodías limpias que por primera vez se atreven a quedarse más de un compás. Hay algo profundamente humano en esa transición porque no es solo técnica vocal, es catarsis controlada como si su garganta por fin tuviera palabras para todo aquello que antes solo sabía expresar con furia.

Las guitarras siguen ahí pero ahora se comportan como entidades vivas que emergen desde las sombras al crear atmósferas que construyen tensión. A veces acarician, a veces cortan pero siempre saben cuándo aparecer y quedarse al margen. La batería mientras tanto, dialoga con las máquinas y las líneas de bajo se hunden en la mezcla como si fueran raíces sosteniendo el dolor.

Lo hermoso de Sempiternal es que no reniega de su pasado ya que no se trata de una traición al metalcore, sino de una expansión. Es como ver a una criatura que después de años arrastrándose entre la oscuridad por fin extiende sus alas y esas alas no suenan a concesión comercial, suenan a libertad.

La evolución sonora de este álbum es una reinvención brutalmente honesta y como si la banda hubiese dejado de intentar impresionar con ruido y en su lugar, decidiera conmover con significado. Sempiternal no grita porque sí, grita porque duele, canta porque resiste y calla cuando callar pesa más que mil guitarras distorsionadas. En un mundo donde muchas bandas se limitan a repetir fórmulas, Bring Me The Horizon rompió la suya y en esa ruptura encontró su identidad más genuina.

Las emociones tatuadas en las letras de Sempiternal

Sempiternal pertenece a esa categoría brutalmente íntima donde las canciones no son solo melodías, sino confesiones selladas con lágrimas secas, cicatrices aún abiertas y palabras que muchos piensan pero pocos se atreven a decir en voz alta. Aquí, Bring Me The Horizon no se limita a componer letras, las desangra en pensamientos.

La pluma de Oliver Sykes se vuelve eficaz ya que cada verso tiene una precisión certera  para sacar a la luz todo aquello que la mayoría preferiría esconder debajo de la piel. En Sempiternal, la angustia se abraza, la tristeza se grita con el corazón en carne viva y eso es justamente lo que vuelve a este álbum tan emocionalmente devastador como irremediablemente necesario.

Oliver Sykes ya no grita solo para desatar la rabia, ahora lo hace para pedir ayuda e intentar entenderse a sí mismo. En “Can You Feel My Heart” se abre una herida que no cierra en todo el álbum, cuando el canta “I can't drown my demons, they know how to swim”, resume el espíritu lírico de Sempiternal en una línea donde la lucha es contra uno mismo, sin olvidar que la ansiedad, la adicción, el vacío existencial y el deseo de desaparecer flotan entre versos como cuchillas escondidas en seda.

Las canciones además funcionan como exorcismos, por ejemplo, “Sleepwalking” captura esa sensación de estar vivo sin estar presente y flotar entre la neblina emocional sin rumbo ni propósito. Luego, “Hospital for Souls” se siente como una conversación con el abismo y una mirada honesta al dolor que no tiene explicación racional, mientras que “And the Snakes Start to Sing” es casi un susurro desgarrado que pide algo que ni sabe cómo nombrar.

Posteriormente, “Go to Hell, for Heaven’s Sake”  es una sentencia y súplica desesperada a alguien que duele más de lo que sana, donde la rabia y el rencor se mezclan con el deseo de redención como si amar y odiar al mismo tiempo fuera la única forma posible de sentir algo real. En ese track, las emociones se sacuden entre coros masivos y letras que por debajo de su tono desafiante esconden un alma rota.

Pero si hablamos de heridas abiertas, “Deathbeds” es la confesión final al ser el susurro antes del colapso y el último abrazo antes de caer. Es una balada que parece escrita en el borde de una cama de hospital con la voz temblorosa de alguien que ya no tiene nada más que perder. Hannah Snowdon acompaña con delicadeza en ese lamento suspendido en el tiempo demostrando que incluso en el final, hay belleza en lo que duele.

Y luego está “Antivist”, una canción que sirve como patada directa al cinismo moderno y una declaración incendiaria contra la apatía disfrazada de rebelión. Es como si el disco tras tanto desgarro emocional de pronto decidiera incendiar todo a su paso sin filtros ni disculpas. Un caos controlado que funciona como grito de guerra para los que están hartos de pretender que todo está bien.

El tracklist del disco es una joya y podríamos hablar del resto de las canciones pero al final, cada pista de Sempiternal pulsa como una emoción diferente de ansiedad, culpa, enojo, ternura, vacío y lo más impactante es que todas conviven sin cancelarse entre sí porque así es el dolor real, osea, contradictorio, confuso e impredecible, provocando que este material entienda eso y lo plasme sin anestesia.

En lugar de esconderse tras metáforas vagas, las letras de Sempiternal toman lo feo, lo incómodo, lo vulnerable y lo convierten en catarsis colectiva porque al final, cuando las palabras fallan, la música queda y Sempiternal es ese grito silencioso que muchos necesitaban escuchar justo cuando nadie más parecía entenderlos.

El impacto cultural y legado de Sempiternal

Cuando Sempiternal irrumpió en 2013 no solo cambió la dirección sonora de Bring Me The Horizon; sacudió los cimientos mismos del metalcore y abrió una puerta que hasta entonces parecía cerrada. Este álbum no fue simplemente un disco más en la escena pesada ya que se convirtió en un fenómeno que rompió barreras, redefinió límites y expandió el público del género hacia nuevos horizontes inesperados.

Su impacto va más allá de la música porque Sempiternal fue un grito generacional para una juventud fragmentada, inquieta y ávida de autenticidad en un mundo saturado de máscaras y falsedades. Temas como la ansiedad, la alienación, el desamor y la lucha interna encontraron voz en un álbum que habló con crudeza y sin artificios pero que también ofreció esperanza, catarsis y un espacio para sentirse comprendido.

Este álbum se convirtió en un puente entre mundos ya que atrajo a fans de varios subgéneros del rock como el metal tradicional, el post-hardcore, la electrónica e incluso a quienes nunca se habían acercado a la música extrema. La producción, el sonido fresco y la honestidad brutal en sus letras fueron el imán que renovó la escena y empujó a otras bandas a arriesgar, salir de sus zonas de confort y experimentar con nuevos sonidos.

El legado de Sempiternal es palpable hoy en día gracias a que muchos artistas contemporáneos citan este disco como inspiración directa para abrir sus propios caminos creativos y su influencia se siente en la evolución constante del metalcore y el rock alternativo. Más allá de eso, el álbum se mantiene vigente para nuevas generaciones que lo descubren y lo hacen suyo, encontrando en sus canciones un refugio y una declaración de resistencia emocional.

En un panorama musical donde la saturación y la repetición pueden ahogar la innovación, Sempiternal sigue brillando como un faro que no se apaga, recordándonos que la evolución artística y la honestidad emocional pueden ir de la mano para crear algo realmente trascendente ya que este es un legado para sentir, vivir y recordar.

Conclusión

En definitiva, Sempiternal es mucho más que un álbum, es un ritual de transformación sonora y emocional que desafía el tiempo y las etiquetas. No es solo música, es una ventana abierta hacia las grietas invisibles del alma, esas que habitamos en silencio, que a menudo nos niegan o nos avergüenzan pero que aquí se exhiben con una valentía que quema y libera al mismo tiempo.

Este disco es un mapa sonoro de las tormentas internas, una cartografía imperfecta de la angustia, la rabia y la fragilidad humana pero también una celebración luminosa de la esperanza que surge cuando el caos comienza a ordenarse. Bring Me The Horizon no solo compuso canciones, creó una experiencia catártica que rompe la coraza del dolor para convertirlo en fuego que ilumina la oscuridad.

Sempiternal nos invita a abrazar nuestras sombras con la misma pasión con la que anhelamos la luz, nos recuerda que dentro del ruido, el desgarro y la tormenta late una pulsión imparable, la de seguir adelante, la de sanar y renacer porque al final el verdadero poder de la música está en su capacidad de resonar con lo más profundo de nuestro ser y este álbum lo hace con una intensidad que no se olvida.

Así, el legado de Sempiternal es un eco infinito, un susurro que sigue vibrando en cada alma que se atreve a escuchar más allá del ruido y un recordatorio de que el arte no solo refleja la realidad, sino que la transforma y que en esa transformación encontramos la fuerza para seguir, sentir y ser. Este álbum es un círculo eterno que gira en nosotros, invitándonos a redescubrirnos una y otra vez.

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