Actualmente
ver los productos de Marvel Studios suele ser una apuesta 50/50 ya que o te
ofrecen una muy buena obra o una mala y tras el estreno sólido de Thunderbolts,
Ironheart se presenta como la serie que cierra la fase 5 de este universo y una
apuesta que parecía prometer algo distinto en cuanto a intimidad emocional,
representación con peso, enfoque más humano y una fusión novedosa entre ciencia
y misticismo pero lo que se entrega, lamentablemente, es una producción que se
queda a medio camino en todos esos frentes.
Sinceramente
no es un desastre, de hecho, está muy lejos de serlo pero tampoco es una
propuesta que sacuda ni eleve al universo al que pertenece, ya que es una serie
que existe porque debe existir y que se mueve más por la inercia del calendario
del UCM que por una urgencia creativa. Su tono pretende ser maduro,
introspectivo y doloroso pero la ejecución es tan medida, tan contenida que lo
emocional apenas logra asomar entre los pliegues de un guion frío.
Ironheart
quiere hablarnos del duelo, de la identidad, del peso del legado y de lo que
significa construir algo propio en un mundo roto pero termina siendo una
historia que se oye, se ve, se mueve pero no se siente y eso, en una historia
que pretende hablarnos desde el corazón, resulta una contradicción difícil de
ignorar porque si una obra llamada Ironheart no logra emocionarte ni un poco,
algo muy profundo no está funcionando.
Ambientada
tras los eventos de Black Panther: Wakanda Forever, Ironheart nos presenta el
regreso de Riri Williams (Dominique Thorne), la brillante joven prodigio que
lejos de los lujos de Wakanda, vuelve a su realidad cotidiana en el South Side
de Chicago donde la genialidad no siempre es suficiente para sobrevivir.
Motivada por la pérdida, culpa y necesidad de construir algo más grande que
ella misma, Riri decide perfeccionar su tecnología como una herramienta para
enfrentar sus propios fantasmas.
La
serie plantea un conflicto central entre razón y caos, ciencia y fe, mente y espíritu,
encarnado en The Hood (Anthony Ramos), un criminal con vínculos místicos que
representa el polo opuesto a la lógica estructurada de Riri y este antagonismo
se vuelve más complejo cuando ella es acompañada por N.A.T.A.L.I.E, una
inteligencia artificial diseñada a partir de su mejor amiga fallecida que sirve
como eco emocional de lo que fue y una guía fantasma de lo que aún no termina
de sanar.
A
lo largo de seis episodios, Ironheart intenta sumergirse en temas como el duelo
no resuelto, la herencia emocional, la construcción de identidad y la colisión
entre el conocimiento racional y las fuerzas que escapan a toda lógica. Sin
embargo, pese a las promesas de profundidad temática, muchas de estas ideas
apenas se rozan en superficie, quedando atrapadas en una narrativa que prioriza
el impacto visual por encima del desarrollo dramático.
Visualmente,
Ironheart es una obra que deslumbra gracias a que hay una intención estética
clara y muy bien ejecutada donde el contraste entre el frío del metal y el
calor simbólico de lo místico, entre el concreto de Chicago y la espiritualidad
que se cuela entre placas de circuitos es sólida, en donde el diseño de la
armadura de Riri evoluciona capítulo a capítulo, incorporando elementos
rúnicos, grabados ancestrales y hasta patrones mágicos que reflejan un
conflicto interno, aunque más en la forma que en el fondo.
Aunque,
debajo de ese cascarón reluciente, el alma de la serie parece incompleta ya que
el guion, pese a ser ambicioso en su planteamiento, se pierde entre subtramas
sin desarrollo, diálogos que rara vez brillan y escenas emocionales que no alcanzan
a tocar fibras profundas debido a un problema de ritmo evidente donde la
premisa se toma demasiado tiempo en arrancar, para luego apresurar la
resolución y dejando en el camino muchas ideas apenas esbozadas.
Dominique
Thorne como Ironheart tiene la presencia suficiente para sostener el centro
narrativo pero su arco se siente limitado porque el escrito la encierra en un
bucle emocional que nunca termina de romperse, ósea, hay momentos de
vulnerabilidad, reflexiones sobre el duelo y la pérdida pero todo se trata
desde una capa superficial como si la serie tuviera miedo de que su protagonista
verdaderamente se quebrara y si al personaje principal no le dan una evolución todavía
mayor, la trama entera sufre por inercia.

En
ese sentido, uno de los pocos elementos que sorprende para bien es Anthony
Ramos como The Hood ya que aun si inicialmente parece otro villano menor dentro
del catálogo marvelita, logra destacar por su dualidad como un espejo oscuro de
Riri y una figura que representa lo caótico, lo intuitivo, lo irracional. Su
conexión con la magia y lo oculto aporta tensión narrativa y permite un
contraste potente con el racionalismo científico de la protagonista, provocando
que él al menos, justifique su existencia con estilo y presencia.
Lamentablemente,
no se puede decir lo mismo del resto del reparto puesto que los personajes
secundarios están gravemente desaprovechados, cayendo en el olvido episodio
tras episodio ya que aparecen, lanzan una línea de diálogo y se van sin dejar
huella, ni el interés amoroso ocasional ni los aliados académicos o las figuras
de poder o comunidad tienen desarrollo alguno. Incluso los acompañantes de The
Hood, que podrían haber servido como una extensión más siniestra de su aura
mística, lucen completamente desentonados con sus diseños feos, planos y llenísimos
de inclusión forzada.
Pero
el personaje de Natalie, la amiga fallecida de Riri convertida en IA y cuya
presencia es el corazón emocional de la serie, ofrece una buena dinámica con
Riri, siendo la que más sentido tiene, la que más capas emocionales propone y
la que si se hubiera explorado con mayor valentía, pudo haber sido uno de los
pilares dramáticos del MCU televisivo. Ella representa lo perdido e
inalcanzable pero también lo que todavía nos acompaña en forma de recuerdo, de ahí
en fuera, no hay nada más que hablar sobre Ironheart.
En
definitiva, Ironheart no es lo peor que Marvel Studios ha hecho en televisión a
comparación con Ms Marvel, She Hulk o Secret Invasion pero sí una decepción ya
que es otra serie del UCM que se siente armada por compromiso y no por convicción, tiene una propuesta visual interesante y un diseño cuidadoso que funcionan pero todo eso queda corto cuando el guion no emociona,
los personajes no evolucionan y los temas solo se rozan sin profundidad.
Lo
que pudo ser una trama íntima, potente y emocional, termina siendo un producto de
relleno, olvidable y tibio sostenido solo por su estética, el cual incluso sus
mejores ideas, no terminan de explotar y el resto del elenco parece estar ahí
solo para cumplir con cuotas, sin peso narrativo ni desarrollo real. Marvel en
esta ocasión aposto por la cantidad sobre la calidad y Ironheart es prueba de
ello porque puedes tener el traje, la magia y el presupuesto pero si la premisa
no tiene corazón, entonces nada de eso importa.
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