Sé Lo Que Hicieron El Verano Pasado (2025): El regreso que quiso revivir el ayer pero se quedó a medio camino

 

Luego de casi 30 años de esperas, esta secuela directa del filme de 1997 llega en un momento donde la nostalgia es moneda corriente y la industria cinematográfica parece obsesionada con revivir glorias pasadas, provocando que Sé Lo Que Hicieron El Verano Pasado (2025) se presente con la intención de vestirse con el traje de un clásico moderno, aprovechando el recuerdo imborrable que dejó su predecesora pero revelándose como una producción que no logra desprenderse de sus propias limitaciones.

Lejos de reinventar el género u ofrecer una propuesta fresca, la cinta se aferra demasiado a fórmulas gastadas y clichés que terminan por empantanar su narrativa ya que la película parece más interesada en recrear momentos icónicos del pasado que en construir una identidad propia y esa dependencia la hace vulnerable, dejando al descubierto sus errores estructurales y creativos.

Dicho esto, el resultado es un producto que aunque intenta caminar con paso firme en el terreno del slasher, termina tropezando una y otra vez con su propia sombra porque el filme parece estar en un constante tira y afloja entre la admiración al original y la necesidad de justificarse ante una audiencia actual que exige innovación, una batalla que tristemente, no gana pero pese a los errores que el proyecto presenta, al menos no es un desastre a escala de richter

Tras los acontecimientos de la cinta de 1997, en un verano, cinco adolescentes con vidas cómodas, secretos latentes y egocentrismo hinchado, provocan un trágico accidente en la carretera y una vez que lo provocan, hacen un pacto claro de silencio absoluto y un año después, cada uno recibe un mensaje que helaría la sangre a cualquiera, “Sé lo que hicieron el verano pasado” pero esta vez, las consecuencias no llegan solo con cartas y llamadas anónimas, alguien ha vuelto y no solo para acechar, sino para ajustar cuentas.

En medio del caos, resurgen dos nombres del pasado, Julie James (Jennifer Love Hewitt) y Ray Bronson (Freddie Prinze Jr.), los sobrevivientes originales que no solo traen cicatrices, traen consigo el peso de la experiencia, la sombra de lo no dicho y el eco de un trauma que nunca sanó, en donde su es un recordatorio viviente de que el pasado nunca muere, solo espera su turno

En el thriller y slasher, el guion es el corazón que bombea tensión, giros inesperados y desarrollo psicológico pero en este caso, late con una tibieza alarmante debido a que el mayor pecado de esta película no es haber fallado en la mayor parte de la escritura, sino en haberse conformado con lo mínimo en relación a reciclar estructuras narrativas que ya se han contado mil veces, sin intención real de revitalizar la franquicia ni de ofrecer una lectura fresca para nuevas audiencias.

La premisa se limita a seguir un camino predecible desde el minuto uno, con personajes que avanzan como piezas movidas por una maquinaria automática y sin verdadera profundidad emocional ni conflictos internos creíbles ya que en lugar de construir misterio, se adelanta a sí misma con pistas demasiado obvias y una ejecución que no permite ni el más mínimo margen para el asombro.

Además, tampoco hay una exploración relevante de los temas que alguna vez hicieron a la franquicia medianamente interesante como el remordimiento, la paranoia colectiva o la culpa postadolescente, osea, están presentes en esta secuela pero inferiores a la del 1997, dando como resultado una lista de eventos que se sienten prefabricados con presentación de personajes, susto predecible, asesinato anunciado y revelación sin impacto, en donde los diálogos apenas logran transmitir humanidad.

Lo que más duele es que el panfleto en el 85% de los casos nunca arriesga, no desafía al espectador ni se atreve a romper con los moldes de siempre, al contrario: se mueve con miedo como si su única misión fuera no molestar, no fallar y en ese intento por no equivocarse, pierde toda posibilidad de trascender, haciendo que la película tuviera una oportunidad para reinventarse y actualizar su discurso pero que eligió repetir un libreto ya desgastado como si con eso bastara para revivir una saga.

Sin embrago, la cinta no es un desastre absoluto porque vamos, sería injusto negarle ciertos aciertos que logran levantar momentáneamente el interés del espectador, por ejemplo, hay escenas específicas que capturan la tensión con soltura, especialmente aquellas en las que la violencia se insinúa más que mostrarse donde la atmósfera se vuelve espesa y el peligro parece acechar desde cada rincón, además, la dirección consigue que algunas de estas secuencias se sientan intensas con buena iluminación y cortes de cámara oportunos.

Asimismo, los momentos que emulan o rinden tributo al filme original de 1997 despiertan una cierta conexión emocional porque se nota una intención, aunque superficial, de homenajear lo que vino antes tanto en los planos como en ciertas referencias visuales y situaciones, siendo ahí donde los fans veteranos pueden encontrar cierta satisfacción, incluso si es solo por segundos.

Posteriormente, la fotografía es uno de los pocos aspectos a favor, logrando en ocasiones atmósferas sombrías que recuerdan al clásico de 1997 aunque sin una estética realmente memorable y pese a que el montaje es irregular debido a que las transiciones son torpes y distraen más que generar suspenso, algunas persecuciones mantienen buen ritmo, sin olvidar el diseño de producción que intenta recrear un pueblo costero apartado con casas viejas y bosques nebulosos pero con escenarios artificiales y poco auténticos.

Al final, el problema es que esos chispazos no tienen continuidad ni peso dramático ya que funcionan como parches que intentan cubrir un cuerpo narrativo débil y son como tomar sorbos de agua fresca en medio de un desierto que alivian un poco pero no alcanzan para sostener la travesía, no hay un clímax memorable ni un giro sorprendente ni una resolución que justifique el viaje ya que todo lo que “funciona” lo hace en un vacío, desconectado del resto y sin una intención real de generar impacto duradero.

En definitiva, Sé Lo Que Hicieron El Verano Pasado (2025) se siente como una sombra alargada de un clásico sin el filo necesario para cortar en la memoria del espectador y aunque cumple con ciertos estándares del slasher moderno y puede entretener a quienes buscan una noche de sustos ligeros, está lejos de ser el regreso que muchos esperaban ya que la falta de innovación en el guion, su carácter predecible y el desaprovechamiento de su elenco hacen que esta entrega pase más como una curiosidad nostálgica que como un hito del horror contemporáneo.

Y a pesar de algunos momentos aislados que entretienen y una producción técnicamente correcta, la película no logra sostenerse por sí misma ya que se queda atrapada en la sombra de lo que fue y pierde la oportunidad de convertirse en algo propio, fresco y relevante para las audiencias actuales.



Calificación: 6.5/10

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