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Otro Viernes De Locos: Un intercambio de cuerpos que ahora desafía generaciones con humor, corazón y chispa
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En
un panorama cinematográfico donde las secuelas muchas veces parecen fórmulas
recicladas sin alma, Otro Viernes De Locos logra abrirse camino con un regreso
que aunque no reinventa la rueda, sí la hace girar con un nuevo brillo ya que es
una comedia ligera que sabe perfectamente a qué público va dirigida y lo abraza
con una mezcla de humor fresco, química actoral y un toque de caos bien
calculado, retomando la esencia que hizo icónica a la historia original del
cambio de cuerpos pero con un giro renovado.
A diferencia de otras segundas partes que tropiezan intentando replicar chistes o situaciones del pasado, aquí se siente un pulso más natural porque la narrativa avanza sin prisa y sin quedarse estancada, permitiendo que las escenas respiren y que los personajes tengan espacio para crecer, incluso en medio de las situaciones más absurdas. El guion, aunque juega con tropos que cualquiera podría anticipar, los presenta con una simpatía que desarma cualquier prejuicio, construyendo un viaje que se disfruta entretenido.
Además, hay un factor intangible que le da encanto, la cual vendría siendo esa química especial que trasciende la pantalla y que hace que los enredos sean tan divertidos como cercanos. La película no busca ser más de lo que es y ahí radica parte de su acierto ya que entiende su propia naturaleza y la explota al máximo porque entre momentos hilarantes, instantes de ternura y diálogos que invitan a la sonrisa cómplice, Otro Viernes De Locos demuestra que incluso lo familiar puede sentirse fresco cuando se ejecuta con cariño.
La historia del filme se centra 22 años después de aquel viernes en el que Tess y Anna Coleman (Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan) despertaron atrapadas en el cuerpo de la otra, aprendiendo a golpes y carcajadas que la empatía puede cambiarlo todo. En esta secuela, Tess sigue siendo la voz de la experiencia, mientras que Anna ha formado su propia familia y enfrenta los desafíos de criar a Harper (Julia Butters), su hija adolescente con su propio carácter y sus propias batallas.
Además, la vida da otro giro inesperado cuando Anna se compromete con Eric (Manny Jacinto), un hombre encantador que trae consigo a Lily (Sophia Hammons), su hija británica y lo que podría haber sido una unión armoniosa, rápidamente se convierte en una colisión cultural y generacional donde Harper teme perder a su madre y Lily se resiste a dejar su vida en Londres y Tess, como buena madre y abuela, intenta mantener la calma mientras todos caminan sobre terreno emocional inestable.
Pero el verdadero descontrol llega con un nuevo evento “sobrenatural” relacionado a otro intercambio de cuerpos, solo que esta vez, no involucra solo a dos personas, sino a cuatro, lo cual provoca que se duplique el caos y triplique las oportunidades para más enredos, malentendidos y momentos de genuina conexión en donde Tess, Anna, Harper y Lily, deberán de resolver sus diferencias para volver a la normalidad.
Sinceramente la magia de Otro Viernes De Locos radica en su capacidad para reconocer sus limitaciones y convertirlas en virtudes porque sí, gran parte de la trama es predecible, tiene algunos huecos argumentales y el esquema narrativo sigue un camino muy parecido al de la original pero lo que podría ser un defecto, se transforma en un terreno fértil para el humor físico, el juego de personalidades y sobre todo, para el desarrollo emocional de sus personajes.
El guion es clave aquí ya que sin caer en trampas innecesarias o giros forzados, mantiene la estructura clara y pone el acento en los diálogos ágiles, las reacciones naturales y las dinámicas entre generaciones, en donde los momentos cómicos no se sienten impuestos, sino como consecuencia lógica de lo que ocurre cuando pones a una madre en el cuerpo de su hija, a una adolescente en el cuerpo de su madre y además, multiplicas el intercambio con otras dos personalidades, haciendo que el humor funciona gracias a la interacción
En el apartado interpretativo, Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan confirman que su química no se ha diluido con los años, Curtis despliega un timing cómico impecable y una calidez que equilibra las escenas más disparatadas, mientras que Lohan regresa con frescura y convicción, aportando a Anna un toque más maduro sin perder la chispa juvenil que la hizo memorable en 2003si olvidar que la incorporaciones jóvenes (Julia Butters y Sophia Hammons) aportan energía y presencia, evitando que el filme dependa de la nostalgia.
Hablando un poco sobre sus elementos cinematográficos, visualmente la cinta opta por una estética luminosa, colorida y en constante movimiento, la cual está sólidamente en sintonía con el ritmo de la historia. La dirección de Nisha Ganatra es buena porque utiliza encuadres dinámicos y montaje ágil para maximizar el efecto cómico, mientras que la música, con guiños a la banda ficticia Pink Slip y a temas icónicos del original, logra que ciertos momentos se sientan como pequeñas cápsulas de pura satisfacción para los fans.
Otro punto a favor es que a pesar de su ligereza, la película no evita tocar temas universales como la adaptación a nuevos entornos familiares, el miedo al cambio, la importancia de escucharse mutuamente, la aceptación de que crecer ya sea en la adolescencia o en la madurez e implicar dejar ir ciertas cosas para ganar otras, todo ello sin moralinas pesadas, sino integrando las lecciones dentro de la comedia y el caos.
Por último y no menos importante, a pesar de que el escrito presenta algo de predecibilidad, agujeros de guion y un storytelling sin riesgos, un puntos lamentable es el desaprovechamiento de Chad Michael Murray, quien en la cinta original tuvo un papel clave que aportaba carisma, química y momentos memorables pero que aquí queda reducido a un rol prácticamente decorativo, sin la profundidad ni el peso que su personaje merecía, siendo una oportunidad perdida para aportar frescura y solidez con la obra que le dio origen.
En definitiva, Otro Viernes De Locos no busca robarle el trono a la original porque entiende que no lo necesita, además, su objetivo es claro, ofrecer una historia amable, entretenida y cargada de momentos que hacen sonreír, siendo una secuela que no pide permiso para ser lo que es, sino una para pasarla bien, que honra su legado y encuentra su propio espacio en la memoria del espectador y en tiempos donde muchas continuaciones se sienten vacías, eso es ya una victoria.
Esa autenticidad, aunque empañada por ciertos descuidos narrativos y personajes subutilizados, le da a la cinta un encanto particular que no se construye a base de ambición desmedida, sino de una complicidad honesta con su público. No pretende reinventar la fórmula, más bien, se siente como una reunión familiar en la que a pesar de los inevitables silencios incómodos o las anécdotas repetidas, uno termina sonriendo por el simple hecho de estar ahí, compartiendo el momento.
Calificación: 8/10
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